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En Cincuentopía nos suena la cara de… Paquito Cano Locomotoro

Locomotoro

En Cincuentopía nos suena la cara de… Paquito Cano Locomotoro. Y eso significa que continuamos con nuestra serie de entradas dedicadas a Los chiripitipláuticos.

Ya han pasado por aquí Mari Carmen Goñi Valentina y Félix Casas Capitán Tan. Ahora es el turno del no menos entrañable Locomotoro.

Paquito Cano Locomotoro (1928) inició su trayectoria profesional en el mundo del espectáculo en los años cuarenta como actor de obras de teatro, zarzuelas y revistas. Además, desde la década de los cincuenta intervino en unas cuantas películas, algunas de ellas tan conocidas como Esa pareja feliz de Luis García Berlanga.

Pero su gran salto a la fama acaece, como en el caso de sus restantes compañeros, con motivo de Los chiripitifláuticos. Allí le toca interpretar al personaje Locomotoro, singular maquinista ferroviario ataviado con boina cuya locuacidad hacía las delicias de los espectadores más jóvenes de la época (es decir, los actuales cincuentópicos).

Como Paquito Cano Locomotoro acuñó unas cuantas frases y situaciones que con seguridad muchos de los seguidores de Cincuentopía todavía recuerdan. Por ejemplo, cuando decía aquello de «Se me mueven los mofletes» o «Acércate, gordito» o «Locomotoro, conductor de todo menos del codo». Y qué decir de su peculiar modo de inclinarse sin perder el equilibrio (un truco de cámara que entonces parecía pura magia a los niños).

Paquito Cano Locomotoro abandonó los escenarios a comienzos de los años setenta (de hecho no participó ya en la segunda época de Los chiripitifláuticos a partir de 1971) y se dedicó con notable éxito durante unas cuantas décadas a la construcción y promoción inmobiliaria.

Por todo lo hasta ahora indicado, en Cincuentopía nos suena la cara de… Paquito Cano Locomotoro.

[author] [author_image timthumb=’on’]https://cincuentopia.com/wp-content/uploads/2015/06/logo-google-.jpg[/author_image] [author_info]Cincuentopía

«Dejadme aprovechar -escribió- el afecto que todavía hay en mí, para contar los aspectos de una vida atribulada y sin reposo, en la que la infelicidad acaso no se debió a los acontecimientos por todos conocidos sino a los secretos pesares que sólo Dios conoce».

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