En mi abecedario de compositores clásicos universales comencé con una breve pincelada sobre Bach, a continuación en este glosario de músicos y música es obligado el nombre de Beethoven, Ludwig van. Nos hemos saltado la A con Albinoni, Albéniz o Aguilera de Heredia, y si consultamos el New Grove Dictionary of Music and Musicians encontraríamos muchísimos más.
Sin embargo, como estamos en pleno aniversario nos tenemos que saltar toda la letra A, también a Bartok, Balakirev y lo que venga detrás hasta la Bee para celebrar al “genio de Bonn” en sus 250 años. Además, en Universo bachiano: apto para todos los gustos, cuando hablábamos del símil sobre la Biblia, ya apareció Ludwig van con el Nuevo Testamento de la literatura para el Piano, sus 32 sonatas.
Celebramos el aniversario del nacimiento Beethoven, venido al mundo un mes de diciembre de 1770, y a pesar de la crisis pandémica tenemos todavía una parte del 2020 por delante de forma que quizás para finales de este año podamos asistir presencialmente a algún concierto.
Escribo estas líneas confinado todavía, y de momento sólo podemos asistir a esos nuevos formatos de concierto virtual a través de los canales de internet, nacidos a la luz de las pantallas de ordenadores y teléfonos móviles y que uno nunca sabe si está contemplando en directo realmente, salvo honrosas excepciones.
Pero aferrados a lo que acostumbramos los de más de cincuenta, los recuerdos en nuestra Revista, nos preguntamos ¿qué sabíamos hace 30 años de Beethoven?, ¿eran los años ochenta del siglo pasado beethovenianos?
Sabíamos mucho menos que ahora, un testimonio de lo cual es que no hace mucho se ha encontrado una obra desconocida de Beethoven, recientemente publicada por Universal Edition, un Andante sin título, una pequeña pieza de piano que obligará a los expertos a reorganizar el catálogo. La editorial ha esperado al Año Beethoven para lanzarla.
No podemos dejar pasar la oportunidad de celebrar con todos este acontecimiento y para diferenciarnos hablaremos de una parte muy concreta, las primeras sonatas para piano del Nuevo Testamento, concretamente hablaremos de la mejor de toda la colección, la nº5 en Do menor, Op.10 nº1.
No descubro nada si digo que la del maestro bonnense era una música muy nueva, realmente vanguardista, y sigue siéndolo después de más de dos centurias, y el último movimiento de esta sonata es una de las pruebas que lo hacen irrefutable. Por otra parte, muchas de las celebraciones preparadas para este Año Beethoven se han ido al traste, se han quedado mudas.
Escuché hace poco a algún cultureta decir, al hilo de una disertación sobre la sordera del compositor, que la desgracia se había ceñido doblemente sobre él ya que no pudo escuchar una parte importante de su obra debido a la enfermedad, como ahora no se podrán escuchar sus obras en directo debido a la pandemia. La suerte es que ésta no es una oportunidad perdida ya que habrá 275 aniversario, 300, 250 aniversario de su fallecimiento y etcétera, etcétera, etcétera.
Respecto a la inmensa obra del “compositor alemán por excelencia”, con permiso de Brahms, poco podemos añadir, doctores tiene la iglesia. Sobre su carácter también poco más de novedad que lo que dijeran ya sus primeros biógrafos. Uno de aquellos relatos es el que hiciera Emil Ludwig en una inmortal biografía que leímos en Editorial Juventud, en el que se incluía también la biografía de otro coetáneo muy relacionado con el compositor, Napoleón Bonaparte.
Nada nuevo se ha descubierto sobre su imposible carácter debido en parte a la sordera y a su impotencia por salvarla. Lo que sí sabemos es que vivía en Viena y que se mudaba constantemente. La cantidad de edificios con la placa del Ayuntamiento “Casa de Beethoven. Aquí vivió Ludwig van” es casi inagotable, incluida la que para mí tiene mejores recuerdos, la Beethoven Wohnhaus en Heiligenstadt, reconvertida en museo y taberna o Heuriger por mejor decir.
Sin embargo la más moderna de sus obras es la Gran Fuga, del cuarteto Op. 133. Podríamos estar horas hablando y escuchando fragmentos de ella. Obra moderna digna de cualquiera de sus sucesores del siglo XX. Es una delicia escucharla en cualquiera de sus versiones, dejamos aquí, por curiosa, una transcripción para piano solo interpretada por Hiroaki Ooi en un fortepiano de la época, J. Broadwood 1816 de 6 octavas.
El propio Beethoven escribió una versión para piano a 4 manos, Op. 134. No se trata de que las disonancias fueran producidas por su incapacidad para oír al cien por cien, se trataba de un espíritu atormentado por la necesidad de trascender, de crear, de permanecer en el espíritu colectivo de la humanidad.
Aparte ésta, cualquiera de sus obras es inmensa, inconmensurable, indefinible, inclasificable. El Final de la Novena, el Cuarteto Op. 131, la Missa Solemnis, el Septimino, la Sonata Kreutzer, el movimiento lento de la Op. 10/1, las variaciones, poemas, romanzas, tríos y más y más y más. No tiene las dimensiones cuantitativamente hablando de Bach, pero no hace falta, tampoco se agota su obra en las diversas interpretaciones.
Por otra parte, también hay diferencias de calidad en todo su catálogo. Pero calidades intelectualmente diversas, rebajadas o aumentadas de forma intencionada. No se puede decir que Beethoven tuviera obras fallidas, se puede decir que hay cosas mejores y peores, partiendo de la base de que todo Beethoven es intachable, tiene “pecadillos”.
Como ejemplo traemos “La Batalla de Vitoria”, también llamada “Victoria de Wellington”, con mucha historia detrás que no hay espacio aquí para narrar. Una de mis obras preferidas de adolescente, de las que más me divertía y que sólo he visto una vez en el escenario, y creo honestamente que es de esas obras que no han sobrevivido a su tiempo. Pero hasta en eso era un auténtico adelantado y compuso una obra sinfónica casi cinematográfica, que para los escenarios de entonces debió tener un impacto tremendo.
Da mucho juego y es difícil seleccionar una versión, dejamos aquí una curiosidad colgada en Internet: es la versión de Karajan y la Filarmónica de Berlín con imágenes de la película “La batalla de Waterloo” que no tienen mucho que ver ya que Beethoven recreaba una batalla, sí contra el ejército francés, pero en España.
Aparte esto, la verdad es que Beethoven tocó todos los palos, es un compositor completo en ese sentido, incluso su ópera “Fidelio” a veces controvertida, por poco atractiva para un público no alemán, demuestra sin duda que sabía hacer de todo y con genio. Ya en su momento tratamos aquí la conferencia del profesor Kretzschmar sobre el debate de la capacidad de Beethoven para escribir una fuga, retratada en el “Doktor Faustus” de Mann.
Mi primera lección Beethoven son las primeras sonatas del Nuevo Testamento del Piano, las Op. 2, a cuál mejor. Entre los aficionados se conocen la Patética, Claro de Luna, Los Adioses, La Tempestad, Waldstein, Hammerklavier, la 32. Esta última famosa por ser la última y tener sólo dos movimientos, pero la primera no se la saben los aficionados. Sí, sin embargo, los estudiantes como una de las obligadas. La 2 es endiablada y la 3 ya con Scherzo como la anterior es magnífica.
Las tres están dedicadas a su mentor y maestro Joseph Haydn ¡palabras mayores! Estrenadas las tres en el Palacio Hetzendorf de Viena. Luego vino la 4, Op. 7 catalogada de forma individual a la que el propio compositor llamó la “Grande” (1797, tiempos revolucionarios), en esta ocasión dedicada a una de sus alumnas, la condesa Babette von Keglewics, más tarde Princesa Odescalchi. Se llama así por sus dimensiones equiparables a la Hammerklavier.
Llegamos a la 5, ya estamos en la más interesante, Op. 10/1 en Do menor, tonalidad que es también de la Patética y casi de la 32. Las Op. 10 son otras tres sonatas, las publicó Joseph Eder y aunque empezó a componerlas antes, se editaron después, de ahí el capricho del baile de ordinales. Lo mismo que ocurrió con los dos primeros conciertos para piano, el 1 que es el 2 y el 2 (también preferido) que es el primero. Estrenadas las dos primeras del Op. 10 en Hetzendorf. La nº 7, Op. 10/3 sin embargo se oyó por primera vez en el Palais Rasumofsky, también de Viena. La siguiente nº 8, Op. 13 es la conocidísima Patética, título puesto por el propio editor ¿quién se puede meter con ellos o contrariarlos? Que me lo digan a mí, la relación editor-autor siempre es una batalla perdida, por el autor obviamente.
Rematamos este breve semblante con una referencia de una versión, por lo menos para las sonatas. Cada año, además, surgen nuevas colecciones completas de casi todo: cuartetos, sinfonías, conciertos para piano, sonatas y demás, y es interesante escucharlas todas. Mencionamos aquí la versión que grabó Barenboim, no porque sea la mejor aunque es muy respetable como una gran colección, sino porque en los años ochenta la programó TVE, entonces la única televisión, en la Segunda Cadena los viernes a horas intempestivas y nunca fijas, de forma que aunque tuvieras un VHS era bastante difícil conseguir grabarlas.
Una de las particularidades de esta versión de Barenboim es que cada sonata está grabada en el escenario donde fue estrenada, es decir en los diversos palacios de Viena. Stingray Classica la ha programado para el mes de julio. Dejo aquí, sin embargo, una grabación técnicamente menor, pero artísticamente honesta de la mejor de las sonatas de Beethoven, en homenaje particular en el 250 Aniversario de su nacimiento.
He aquí una relación de los artículos publicados hasta la fecha por Santiago Martínez Arias en Cincuentopía:
- Pianista frustrado: Plan de 1966
- Pianista frustrado y un programa de concierto
- Pianista frustrado y callado hasta ahora… Fausto
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- Trilogía de Cambridge (I): música clásica inglesa
- Trilogía de Cambridge (II): Peter Pears, la voz de Britten
- Trilogía de Cambridge (III): un examen en The Royal College of Music
- Auditorios en España: de la burbuja inmobiliaria… y cultural
- Universo bachiano: apto para todos los gustos
- Dirección de orquesta en los años ochenta
El sobrenombre define bien a Santiago Martínez Arias. Como cualquier personaje de extraña biografía profesional es difícil seguir su pista vital. Tiene altos estudios musicales internacionales y ello se evidencia rápidamente en su conversación. Inevitablemente también se comprueba que es experto en seguridad y defensa y doctor en relaciones internacionales, jefe de prensa editorial, profesor universitario, además de tener un pasado, lejano ya, como corresponsal de ‘El Independiente’ en Europa oriental. Más parece que sea un agente, y aunque su pasado pianístico fuera glorioso, sólo quedan los restos del naufragio. Ha representado a Stingray CLASSICA. [/author_info] [/author]