Es posible que el nombre de Aloy de Montbray diga más bien poco a la opinión pública. Pero este artista del siglo XIV fue el responsable de algunas de las más bellas esculturas que hoy se conservan en distintos lugares de Cataluña y Francia.
No es mucho lo que se sabe de la vida de Aloy de Montbray (también conocido como Maestro Aloy o Mestre Aloy), ni siquiera su lugar o fecha exacta de nacimiento. Lo que sí conocemos (y nos ha llegado hasta la fecha) es el legado de sus múltiples e importantes esculturas.
La figura de Aloy de Montbray está muy ligada a la del rey Pedro IV el Ceremonioso. Fue este monarca quien le encargó en 1340 la realización de unas estatuas para las tumbas reales que pensaba erigir en Poblet. El artista llevó a cabo este trabajo en colaboración con Jaume Cascalls. El propio Pedro el Ceremonioso le encomendó la ejecución de una serie de imágenes en alabastro referidas a distintos condes-reyes.
Otras obras particularmente representativas de Aloy de Montbray son la portentosa silla episcopal de la catedral de Girona y el altar de la capilla de los Sastres de la catedral de Tarragona. Asimismo tenemos constancia de su quehacer en el altar de Escornalbou pero, por desgracia, sólo nos han llegado restos de este colosal trabajo.
Desconocemos la fecha exacta de fallecimiento de Aloy de Montbray. Sí tenemos constancia de un pago que se le realizó por uno de sus trabajos en 1382. Según distintos estudiosos y expertos, en ese momento su edad superaba los ochenta años.
Para aquellos seguidores de Cincuentopía que deseen profundizar más en la figura de Aloy de Montbray, Emma Riaño Martínez, profesora de la Universitat Rovira i Virgili, ha publicado un interesante estudio sobre la vida y obra de este artista, titulado Aloy de Montbray imaginator. Del Reino de Francia a la Corona de Aragón en el siglo XIV.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://cincuentopia.com/wp-content/uploads/2015/06/logo-google-.jpg[/author_image] [author_info]Cincuentopía«Dejadme aprovechar -escribió- el afecto que todavía hay en mí, para contar los aspectos de una vida atribulada y sin reposo, en la que la infelicidad acaso no se debió a los acontecimientos por todos conocidos sino a los secretos pesares que sólo Dios conoce». [/author_info] [/author]