En la madrugada del 8 de agosto de 1963 se produjo el que se ha conocido como el robo del siglo por parte de muchos especialistas: el Asalto al Tren de Glasgow. Desde Cincuentopía recordamos este hecho y desmontamos algunos mitos en torno al mismo (por ejemplo, el que dice que los verdaderos cerebros de la operación nunca fueron atrapados).
1963: un mundo muy distinto al actual. La carrera hacia la conquista de la Luna se recrudece entre estadounidenses y soviéticos; la guerra fría se encuentra en su apogeo; el carisma del presidente Kennedy es mayor que nunca (apenas meses después será asesinado en Dallas); España se debate ante los efectos del Plan de Estabilización…
1963: casi veinte ladrones estuvieron ensayando el Asalto al Tren de Glasgow a lo largo de varios meses. Nada quedó al azar: horario del tren expreso que realizaba el recorrido entre Glasgow y Londres (estación por estación), contenido que portaba, personal que llevaba a bordo, funcionamiento de las señales de la línea férrea…
Y, por supuesto, la elección del día y del tren: el 8 de agosto era cuando los bancos de Glasgow enviaban el dinero a Londres para ponerlo a buen recaudo tres haber cerrado su ejercicio tres días antes; y el tren expreso era uno de los cuatro ferrocarriles secretos que la Dirección de Correos de Gran Bretaña utilizaba para transportar la recaudación de todos los bancos del país hasta la capital. El Asalto al Tren de Glasgow está en marcha.
A las tres de la madrugada Jack Mills, el maquinista que conduce el tren, debe disminuir la velocidad del convoy ante una señal luminosa de color ámbar; metros más adelante, una señal ya de color rojo le obliga a detenerse. Se encuentra casi al lado de la pequeña localidad de Cheddington, ubicada a apenas 65 kilómetros de Londres. A esas horas, los quinientos habitantes del pueblo duermen ajenos a un hecho que se convertirá en una noticia de alcance mundial. Todas las líneas telefónicas han sido cortadas.
Su ayudante, David Whitby, baja de la cabina y se dirige al poste de señales para averiguar el motivo de la alarma; trata de contactar telefónicamente con la siguiente estación para comunicar el percance pero algo va mal: es imposible realizar llamada alguna.
Ha llegado el momento. Rápidamente el convoy es rodeado por quince asaltantes cubiertos por pasamontañas y enguantados; tras reducir y maniatar al equipo de maquinistas proceden a desenganchar los tres primeros vagones que transportaban el dinero. Todo con la precisión de una maquinaria perfecta, sin fisura alguna en su planteamiento.
Los ladrones obligan a Jack Mills, a quien han golpeado causándole heridas en la cabeza de cierta consideración, a llevar la locomotora y los citados vagones hasta detenerse encima de un puente. Allí extraen el dinero (más de 120 sacas repletas de libras esterlinas) y lo introducen en un camión que está estacionado justo debajo. En apenas unos minutos todos ellos han desaparecido y proceden a esconderse en una granja al sur de Inglaterra. El Asalto al Tren de Glasgow se ha consumado.
Las horas siguientes: una carrera contra el reloj
La magnitud del Asalto al Tren de Glasgow y la audacia de los asaltantes hacen que los medios de comunicación de todo el mundo se ocupen del hecho. La cantidad robada es astronómica, hoy en día equivaldría a centenares de millones de euros (es decir, a miles de millones de las antiguas pesetas españolas). Rápidamente la Policía (en este caso Scotland Yard) se pone en marcha aunque no dispone de ninguna pista inicial mínimamente fiable. ¿Habrían cometido los asaltantes el golpe perfecto?
Un equipo comandado por el inspector jefe, Jack Slipper, trabaja a marchas forzadas. Los quince atracadores se esconden en una granja situada al sur de Inglaterra, cercana a lo localidad de Oakley. Allí cometen su primer gran error: con el fin de matar el aburrimiento, dedican largas horas a disputar partidas del popular juego de mesa Monopoly. Los billetes pasan de mano en mano y quedan impresas las huellas dactilares de los fugitivos.
Aburridos por la espera y atemorizados ante la posibilidad de ser localizados, cometen un segundo gran error: se marchan antes de lo previsto y sus idas y venidas provocan las sospechas de uno de los vecinos, quien alerta a las fuerzas de seguridad. Un equipo de la Policía entra en la granja y encuentra el camión. Se establecen diferentes hipótesis, aumentan los rumores que son transmitidos por periódicos, revistas, emisoras de radio y televisión. Se habla de una posible relación con dos atracos de similares características (aunque no tan gran magnitud), uno de ellos realizado en 1952 y el otro una década después.
Tras una minuciosa investigación, se identifica y posteriormente se va deteniendo, uno tras otro, a los atracadores. El juicio, celebrado en 1964, suscita una formidable expectación. Ante la corte británica aparece un grupo de individuos debilitados, cariacontecidos, resignados a su suerte. En menos de dos meses queda visto para sentencia: las penas impuestas oscilan entre los 25 y los 30 años de cárcel.
Pero no todas las cartas se han repartido. El caso del Asalto al Tren de Glasgow dista de haber concluido.
¿Qué pasó con los componentes del Asalto al Tren de Glasgow ?
Como anteriormente indicábamos, existe la creencia de que los verdaderos cerebros del Asalto al Tren de Glasgow consiguieron escapar. Es falso (aunque no del todo, para ser sinceros). Veamos lo que sucedió con el conjunto de los atracadores. Sus nombres eran: Roy James, Thomas Wisbey, James Hussey, Charles Frederick Wilson, Douglas Gordon Goody, Ronald “Buster” Edwards, Brian Arthur Field, Roger Cordrey, James Edward White, John Thomas Daly, John Denby Wheater, Brian Campo, Robert Welch, Bill Boal, Leonard Denis Field, Bruce Reynolds y Ronald Biggs.
Roy James. El primero en ser capturado, semanas después del Asalto al Tren de Glasgow. Lo liberaron después de cumplir 12 años de su pena. Se mudó a España y en 1996 volvió a prisión por golpear a su esposa y suegro. Murió en 1999.
Thomas Wisbey. Considerado uno de los líderes del grupo y, por su rudeza, el encargado de someter al personal del tren. Fue aprehendido meses después del Asalto al Tren de Glasgow y liberado en 1976. En 1989 volvió a la cárcel por tráfico de cocaína. Falleció a finales de 2016.
James Hussey. Otro de los tipos duros (fue quien golpeó en la cabeza al maquinista). Salió de prisión en 1975 y abrió un restaurante. En los ochenta se vio envuelto en un asunto de tráfico de estupefacientes y regresó a prisión. Su muerte se produjo en 2012.
Charles Frederick Wilson. Encargado del reparto del botín del Asalto al Tren de Glasgow, fue apodado el “hombre silencioso” dado que en el juicio apenas pronunció palabra alguna. Encarcelado en 1964, escapó a los cuatro meses para volver a ser apresado en 1968. Estuvo en prisión hasta 1978. Se fue a vivir a España, donde fue asesinado en 1990.
Douglas Gordon Goody. De los primeros encarcelados. Fue liberado en 1975 y se instaló en España. Allí aprendió el idioma, abrió una peluquería y un bar y falleció en enero de 2016.
Ronald “Buster” Edwards. Uno de los más famosos de los atracadores. Tras el robo se mudó a México para entregarse a la Policía en 1966. Liberado tras cumplir nueve años de cárcel, puso un negocio familiar de venta de flores en la estación de Waterloo. Se suicidó en 1994.
Brian Arthur Field. Se encargó de alquilar la granja que sirvió de escondite. Sentenciado a 25 años, consiguió salir de prisión en 1967 tras permanecer apenas un lustro entre rejas. Falleció en un accidente de tráfico en 1979.
Roger Cordrey. Su participación en el atraco fue una sorpresa para Scotland Yard dado que ejercía la profesión de florista. Una serie de vicisitudes lo condujeron a la cárcel, donde permaneció hasta 1971 para retomar su anterior actividad profesional. Muerto en 2005.
James Edward White. Detenido tras tres años como prófugo. Liberado en 1975, su vida transcurrió en el anonimato hasta su fallecimiento en fecha indeterminada.
John Thomas Daly. Cuñado de Bruce Reynolds, estuvo en prisión durante algunos meses pero finalmente fue dejado en libertad al no poderse demostrar su participación en el atraco. La sombra de la sospecha siempre pendió de él hasta su fallecimiento en 2013.
John Denby Wheater. Abogado. Condenado a tres años, nunca llegó a saberse el verdadero alcance de su participación en el atraco. Su resistencia en los interrogatorios asombró a los propios policías. Falleció en 1985.
Brian Campo. Abogado. Se encargó de comprar los artículos empleados en el atraco. Puesto en libertad en 1968, murió en 1979 como consecuencia de un accidente de tráfico.
Robert Welch. Notable conocedor de los bajos fondos, se encargó de distintos aspectos logísticos del Asalto al Tren de Glasgow. Salió de prisión en 1976 y se convirtió en corredor de automovilismo y corredor de apuestas. Es el único superviviente del grupo de atracadores (nacido en 1929, está a punto de cumplir los noventa años).
Bill Boal. Una de las eternas dudas. De profesión ingeniero, fue arrestado junto a Roger Cordrey en posesión de dinero procedente del robo y pasó catorce años en prisión. Pero Bruce Reynolds siempre dijo de él que no había tenido nada que ver con el asalto. Falleció de cáncer en 1970.
Leonard Denis Field. Otra duda. Hay constancia de que contribuyó en los gastos de alquiler de la granja pero no de que supiera realmente para qué iba a destinarse. En realidad fue condenado no por el atraco en sí sino por conspiración y obstrucción a la Justicia. Se sabe que falleció pero se ignora en qué fecha.
Bruce Reynolds. El auténtico cerebro del golpe. Hijo de un activo sindicalista del sector automovilístico, desde muy joven estaba metido en problemas. No sólo planificó el atraco (un confidente que conoció en prisión le facilitó la información estratégica fundamental) sino que seleccionó a los componentes de la banda que se encargó del trabajo. Logró escapar y huir a México, país que recorrió junto a Canadá hasta que se quedó sin dinero y cinco años después regresó al Reino Unido, donde fue capturado y estuvo en prisión hasta 1978. En los años ochenta volvería a la cárcel durante un corto periodo por tráfico de anfetaminas. Pasó sus últimos años convertido en un respetable ciudadano tras haber publicado en 1995 sus memorias. Falleció en 2013 en el piso donde vivía en Londres, sufragado por la asistencia social.
Ronald Biggs. Quizá el más famoso de todos ellos. Delincuente habitual, conoció en prisión a Bruce Reynolds. A los quince meses consiguió escapar de la prisión de Wandsworth escalando el muro con una escalera de cuerda y huyó a París, donde cambió su fisonomía gracias a la cirugía plástica, se hizo con una nueva identidad y se trasladó a Australia. Posteriormente se instaló en Brasil y allí vivió como fugitivo durante casi cuarenta años (pese a ser localizado por Scotland Yard en 1974, Brasil no tenía tratado de extradición con el Reino Unido). Su existencia transcurrió entre el lujo, las mujeres y las juergas, según pusieron de manifiesto los medios de comunicación. En 2001 decidió entregarse a la Justicia británica de manera voluntaria (alegó que echaba de manos una buena pinta de cerveza negra); pasó unos años en la cárcel y fue liberado debido a su deteriorada salud. Sus últimos días transcurrieron en una residencia de ancianos, falleciendo en 2013.
Algunos cabos sueltos que nunca se resolvieron
Se sabe que hubo otras tres personas en el lugar del delito pero nunca pudieron ser apresadas, ni siquiera identificadas por sus verdaderos nombres. Sus alias eran: Alf Thomas, un conocido de James White; Frank Munroe, cuya labor sería la de atemorizar a los componentes del tren; y Stan Agate Pete Pop (a quien algunos medios identificaron como Bill Jennings aunque ese dato jamás fue oficialmente confirmado por Scotland Yard), un contacto proporcionado por Ronald Biggs.
En 2014, con motivo del rodaje de un documental sobre el cincuenta aniversario del Asalto al Tren de Glasgow, Douglas Gordon Goody reveló que el misterioso confidente que proporcionó los datos sobre el cargamento especial del tren respondía al nombre de Patrick McKenna, un empleado de correos natural de Belfast. No obstante la persona en cuestión ya estaba fallecida y su familia asegura que jamás le vieron gastando dinero y que continuó en su trabajo hasta su jubilación.
Sólo se recuperó menos de la décima parte del dinero robado; lo restante se evaporó gastado por los atracadores.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://cincuentopia.com/wp-content/uploads/2015/06/logo-google-.jpg[/author_image] [author_info]Cincuentopía«Dejadme aprovechar -escribió- el afecto que todavía hay en mí, para contar los aspectos de una vida atribulada y sin reposo, en la que la infelicidad acaso no se debió a los acontecimientos por todos conocidos sino a los secretos pesares que sólo Dios conoce».
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