La reseña de Brilla, mar del Edén de Andrés Ibáñez me ha supuesto el esfuerzo adicional de tratar de descubrir los supuestos méritos de una novela que ha recibido los más elogiosos calificativos por parte de la crítica (desde el “Puede que Andrés Ibáñez sea el mejor escritor de su generación de José María Pozuelo Yvancos” en Abc Cultural hasta el “Simplemente un genio” de Miguel Dalmau en La Vanguardia). Reconozco que, tras leer las más de 750 páginas del libro, no he sido capaz de lograrlo.
Conocí la producción literaria de Andrés Ibáñez (1961) a raíz de la recomendación de un compañero de departamento en la universidad. Gracias a él leí su anterior novela, La lluvia de los inocentes, que me transmitió la idea de un escritor más cultivado que inspirado, con un mundo interior más rico que cosas relevantes que contar y capaz de alternar momentos de notable calidad literaria con espacios estrepitosamente farragosos. Estas impresiones se han visto no sólo confirmadas sino incrementadas tras la lectura de Brilla, mar del Edén.
El libro de Andrés Ibáñez ha obtenido el Premio Nacional de la Crítica 2014 y un número considerable de elogios por parte de entendidos en la materia PERO… a mí me ha parecido una obra sin alma, tediosa, fatua, a través de la que el autor ejecuta un cargante ejercicio de contemplarse el ombligo y señalar su lustre y donosura.
Como se ha encargado de señalar Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, editora del texto, y de ser subrayado por buena parte de los expertos y críticos literarios, el libro tiene como punto de partida la famosa serie de televisión Perdidos (lo que para algunos puede ser un valor añadido dado su indudable éxito y para otros, entre los que me incluyo, una circunstancia más bien poco halagüeña).
Lo que viene a plantear Brilla, mar del Edén, es un conjunto de situaciones acaecidas a los supervivientes de un avión de pasajeros, en vuelo de Los Ángeles a Singapur, que se estrella en mitad del océano. Pasiones, intrigas, frustraciones, heroicidades, cobardías, traiciones, sorpresas, apariciones… se van sucediendo de manera sistemática a lo largo de las páginas de la obra.
En el libro de Andrés Ibáñez atisbamos pasajes que nos recuerdan El arco iris de gravedad de Pynchon, escenarios similares a los de La invención de Morel de Bioy, un tono narrativo afín al de Otra vuelta de tuerca de James, apuntes filosóficos a la manera de La montaña mágica de Mann PERO… carece del disparatado sentido del humor del primero, adolece de la capacidad inventiva del autor argentino, es incapaz de la sutil encriptación conceptual (aunque se acerca bastante a su impostura expresiva) del escritor estadounidense-británico y se encuentra a años luz de la perspicacia epistemológica del último.
Lo más lastimoso del caso es que en modo alguno podemos aludir a un novelista de escaso bagaje cultural, a un libro poco trabajado o a una falta de ambición literaria; Andrés Ibáñez es un individuo con un registro formativo más que notable (otra cosa es que además pregone su conocimiento a los cuatro vientos), la atenta lectura de Brilla, mar del Edén muestra a las claras que se ha documentado de manera concienzuda para acometer la obra y que ha intentado alumbrar un libro que se aleja de convenciones PERO… se advierte una completa falta de inspiración desde la primera hasta la última de sus páginas. Por emplear un símil musical, tan del gusto del escritor, se sabe la partitura de memoria, la ha ensayado una y otra vez con aplicación y denuedo, pero su interpretación es plana y no logra emocionarnos.
Un aspecto particularmente desafortunado es el referido al diseño y desarrollo de los personajes. Son decenas de ellos los que aparecen en Brilla, mar del Edén, pero todos carecen de nervio narrativo, de fulgor literario y de definición novelística. Hasta tal punto que llega un momento en que las vicisitudes de Juan Barbarín, Joseph Langdon, Wade Erickson… nos importan un bledo.
Conforme transcurre el libro todo va a peor: los complejos meandros narrativos por los que transita Andrés Ibáñez imposibilitan una adecuada progresión del relato; y la falta de pericia a la hora de engarzar escenarios y tiempos ocasiona que ejercicios simbólicos, reflexiones gnoseológicas y personajes se vayan diluyendo como un azucarillo hasta llegarse a las páginas finales, verdadero monumento a la inanidad literaria.
En definitiva, no sería capaz de afirmar que Brilla, mar del Edén es una novela infumable y por completo prescindible; pero desde luego sí estoy en disposición de asegurar que su lectura acarreará unas considerables dosis de disgusto a aquellos lectores de paladar exigente que no se conforman con arteras argumentaciones mercadotécnicas o con sagaces intentos de justificar lo injustificable.
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Andrés Ibáñez. Brilla, mar del Edén. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.
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Especialista en nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones aplicadas al ámbito del periodismo. Ha publicado alrededor de diez libros y más de treinta artículos en revistas científicas. Le gusta leer. [/author_info] [/author]