Dentro de los recorridos que proponemos de catedrales del mundo, en esta ocasión queremos acompañar a los seguidores de Cincuentopia por la catedral de Siena. ¿Qué tiene de singular? ¿Cuáles son sus principales características? ¿Cuenta con algún aspecto particularmente curioso? Respondamos a estas cuestiones (y a algunas más).
La catedral de Siena fue construida durante el siglo XIII, sustentándose en una edificación anterior, una antigua iglesia del siglo IX que en su momento había sido la sede del obispado de la ciudad.
Hemos decidido entrar directamente en su interior, sin mirar ninguno de sus elementos externos, al contrario de lo que es habitual hacer cuando se visita uno de estos templos. Quizá estemos todavía sobrecogidos o saturados ante la monumentalidad de todo lo que rodea a una ciudad como Siena y que ha pasado previamente por nuestros ojos: su plaza central o Campo, los numerosos palacios e iglesias desplegados por la ciudad, las recónditas casas principales hoy venidas a menos, las sinuosas calles, los pulquérrimos estandartes situados por doquier…
La catedral de Siena tiene una forma característica de planta de cruz latina con crucero y cúpula con linterna. Bien pronto se advierte que no estamos sólo ante un templo religioso sino ante un museo que alberga obras de arte de valor incalculable.
Lo primero que llama nuestra atención es el suelo, uno de los rasgos distintivos. ¡Qué belleza y cuánto trabajo para conseguir esa especie de taraceado en el que se muestran distintas escenas religiosas y paganas! Es difícil no dejarse llevar por la emoción y evitar tropezarse con otros visitantes tan ensimismados como lo estamos nosotros. Nos informan de que son 59 los paneles de mosaicos pintados y grabados en mármol, a cual más bello y majestuoso.
Y ¡qué decir de las columnas de la catedral de Siena!, todas en blanco y verde oscuro, con un efecto cromático que subyuga al más frío de los individuos. Nos sentimos empequeñecidos ante su presencia, incluso nuestro cuello comienza a sentir los rigores de mirarlas de manera reiterada, rendidos ante su hipnótico efecto.
Pero, ¡atención!, porque ahora nuestra vista se deleita con los formidables frescos de la biblioteca de la catedral, ubicada a lo largo de la nave izquierda antes del crucero y añadido al edificio principal dos siglos después. Son obra de Pinturicchio aunque nos aseguran que algunas de sus partes fueron realizadas con la ayuda de Rafael, que desde luego no es un auxilio menor.
Por aquí y por allá vemos excepcionales esculturas de autores del nivel de Miguel Ángel, Donatello o Andrea Bregno, con tal grado de perfección que dan ganas de pasar los dedos por sus personajes. Nos sentimos abrumados ante la contemplación de los monumentos funerarios y de las estatuas dedicadas a diferentes santos, ángeles y arcángeles o al escudriñar la sutileza de las pilas bautismales.
Punto y aparte es el espectacular púlpito, debido a los Pisano (padre e hijo), uno de los más bellos que se puede encontrar en catedral alguna del mundo. ¿Crees que exageramos? La foto que incluimos muestra a las claras de qué estamos hablando. Las tallas representan la vida de Jesús. Tiene nueve columnas (la central se apoya en un conjunto de pequeñas estatuillas que representan las siete artes y la filosofía) hechas en granito, mármol verde y pórfido.
Es tanto y de tal valor lo que hemos visto hasta el momento (mucho más de lo que hemos contado aquí) que tenemos la sensación de haber perdido la noción del tiempo. Y nuestra sospecha se confirma cuando salimos a la calle: el sol está mucho más alto que cuando habíamos entrado.
No nos atrevemos a calificar el aspecto externo de la catedral de Siena. Simplemente nos quedamos boquiabiertos, sin palabras, atónitos ante lo que estamos viendo. Las fotos dicen más que nuestras palabras y podemos asegurar que la mejor de las fotografías se queda corta a la hora de expresar lo que contemplan nuestros ojos.
Tremendo el conjunto, tremendo el baptisterio, tremenda la torre del campanario. Y nos dicen que la cosa podría haber sido todavía más colosal porque en el siglo XIV hubo un proyecto para convertirla en el mayor templo de la cristiandad, con unas medidas que hubieran triplicado sus actuales dimensiones; una epidemia de peste que asoló Siena paralizó para siempre la iniciativa.
Su fachada (típica fachada-pantalla) es una de las obras maestras del gótico italiano, lo que sí que son palabras mayores. Su recubrimiento de mármol blanco, rojo y verde no hace más que incrementar la sensación de arrobamiento de todos quienes contemplan la profusa y fastuosa decoración a base de elementos arquitectónicos como elongados pináculos y complejas cresterías. Y por si todo lo descrito fuera poco, luego están los excepcionales mosaicos y las esplendorosas esculturas que culminan el edificio.
Su formidable puerta de entrada está flanqueada por dos puertas secundarias, no menos notables, y entre todas ellas hay unas hermosísimas columnas jónicas con los capiteles sutilmente decorados con volutas de acanto. Los elementos superiores situados sobre todas ellas potencian todavía más el espectacular efecto del conjunto. Nos advierten de que las puertas no son las originales pero es tanta su belleza que el aviso cae en saco roto.
Abandonamos la catedral de Siena con la sensación de que todo lo que digamos de ella es poco e insuficiente. Nos hemos dejado numerosos detalles por señalar porque sería demasiado prolijo referirnos a ellos. La única manera de percibir cada aspecto es acercarse y contemplar en persona esta verdadera maravilla. Mientras tanto, nos podemos conformar con ver este vídeo, que hemos extraído del canal Sites-and-Photos en YouTube.
«Dejadme aprovechar -escribió- el afecto que todavía hay en mí, para contar los aspectos de una vida atribulada y sin reposo, en la que la infelicidad acaso no se debió a los acontecimientos por todos conocidos sino a los secretos pesares que sólo Dios conoce». [/author_info] [/author]
