Concluida la exposición Del Níger al Ganges de la pintora Irene López de Castro en la Casa de Vacas del Parque de El Retiro de Madrid, sólo queda entrecerrar los ojos y evocar el oasis en calma en que se convirtió la sala por unas semanas.
Desde la avidez que transmiten los cuadernos de viaje hasta el reposo de la obra finalizada en el estudio, se aprecia la admiración de la pintora por unas culturas que se encuentran en las antípodas de Europa, en torno a dos grandes ríos míticos y místicos, el Níger y el Ganges. Sucesivos recorridos por el Níger, centrados sobre todo en Mali, y con particular detenimiento en la evocadora Tombuctú –como curiosidad dejo referencia al relato realizado por el viajero Antonio Aguilar -, han dejado un recorrido poético de lugares y gentes, con particular reverencia hacia las mujeres que “nos llevan a lo más alto”, parafraseando el eterno femenino de Goethe.
Varanessi a orillas del Ganges, una de las siete ciudades sagradas del hinduismo, constituye el otro eje de la exposición. La paradoja de vida y muerte que se desarrolla en torno al río, debida al carácter purificador de los pecados que el hinduismo atribuye a sus aguas. Morir en Varanessi significa quedar liberado del ciclo de las reencarnaciones. Las escenas cotidianas, como las que suceden en los ghats o las cremaciones, y los rostros que las componen protagonizan la serie sobre el río Ganges.
Sus imágenes están impregnadas de una sencillez y de una profundidad a la vez, enmarcadas por una técnica irreprochable, más próxima al luminismo que al impresionismo. El empeño de la artista por capturar la luminosidad, tanto la cegadora luz del sol como la mágica luz de la luna –tan desconocida por estas latitudes, debido a la omnipresente contaminación lumínica- en el caso de las escenas africanas como la tamizada luz de Varanessi recuerda a figuras del impresionismo valenciano como Ignacio Pinazo. Largas pinceladas que sirven para plasmar la realidad con masas muy contrastadas de luces y sombras, pero tamizadas por un esfumado dorado.
Técnica y temática que contribuyen a generar en el espectador una sensación de calma, porque a pesar de que su obra proviene de escenarios convulsos (la terrible guerra de Malí, sin ir más lejos), retrata con dignidad a la gente corriente que subyace a la corriente de las noticias y que sigue con sus vidas.
Pintora de formación clásica, Irene López de Castro se encuentra en plena madurez creativa, a la que da pudor atribuirle el término “consagrada”, porque en su palabras “Todos somos almas viajeras, almas que hemos venido de viaje a este mundo, en un reflejo continuo, en un encuentro de almas, donde la Vida es el Viaje”. Y a esta artista le resta mucho viaje.