CONTARDESTACADOS
0

Dos amantes frente a frente

Curiosamente, la lectura paralela del Canto a Teresa, el célebre poema de José de Espronceda, y de la novela Teresa de Rosa Chacel, supone conocer una historia de amor desde la perspectiva de los dos amantes, sustentada en dos géneros literarios, el verso y la prosa.

Conviene empezar contextualizando a los literatos.

El genuino representante del Romanticismo español, José de Espronceda Delgado nació el 25 de marzo de 1808 en un lugar situado cerca de Almendralejo (Badajoz) llamado Pajares de la Vega. Hijo de un militar, se educó con Alberto Lista, otro gran poeta romántico. Presenció la ejecución del militar liberal
Rafael de Riego y Núñez, por el régimen de la monarquía absolutista
regida por Fernando VII. Perseguido por las ideas liberales que abraza, alterna periodos de reclusión con el exilio en Portugal, Francia e Inglaterra. Paralelamente a su dedicación a la literatura, fue Guardia de Corps, diputado y fundó diversos diarios de orientación liberal. Falleció en 1842.

La gran novelista Rosa Chacel nació en Valladolid el 3 de junio de 1898, en el seno de una familia culta y liberal. En 1908 se trasladó con su familia a Madrid en donde estudió Escultura en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, y donde conoció a su marido, el pintor Timoteo Pérez Rubio, el hombre que salvó los fondos del Museo del Prado durante la Guerra Civil. Tras la Guerra Civil, vivió en Roma, alternando su estancia entre Buenos Aires y Río de Janeiro. En 1971 a España vuelve a España, pero agobiada por problemas económicos decidió regresar a Brasil. La concesión de una pensión vitalicia evitó que la escritora tuviera que abandonar nuevamente su país. Obtuvo el Premio de la Crítica por Barrio de Maravillas y en 1987 se le concedió el Premio Nacional de las Letras Españolas. Falleció el año 1994 en Madrid.

La vinculación de las dos perspectivas de esta trágica y real historia de amor, que contiene todos los ingredientes del amor romántico, se produjo del modo siguiente. Por encargo de José Ortega y Gasset, de quien Rosa Chacel se consideraba discípula, recibió el encargo de escribir Teresa, la biografía de Teresa Mancha, amante de José Espronceda. La dificultad de la obra estribaba en que los únicos datos fiables acerca de la protagonista consistían en el poema que le dedicó José de Espronceda, el «Canto a Teresa», incluido en la selección de Marcelino Menéndez y Pelayo, Las Cien Mejores Poesías de la Lengua Castellana, y cuyas primeras estrofas dejamos aquí:

«¿Por qué volvéis a la memoria mía,

Tristes recuerdos del placer perdido,

A aumentar la ansiedad y la agonía

De este desierto corazón herido?

¡Ay! que de aquellas horas de alegría

Le quedó al corazón sólo un gemido,

Y el llanto que al dolor los ojos niegan.

Lágrimas son de hiel que el alma anegan.

¿Dónde volaron ¡ay! aquellas horas

De juventud, de amor y de ventura,

Regaladas de músicas sonoras,

Adornadas de luz de hermosura?

Imágenes de oro bullidoras.

Sus alas de carmín y nieve pura,

Al sol de mi esperanza desplegando,

Pasaban ¡ay! a mi alredor cantando (..)»

Por lo que más que una biografía novelada, es una novela en sí misma, cuya estructura discurre paralela a la relación entre los amantes, que sufre un quiebro fatal cuando la sociedad rechaza frontalmente el amor ilícito que los une.

Espronceda es el paradigma del poeta romántico, en el que se unen belleza, talento y compromiso. La única virtud de Teresa es su hermosura. Carece de instrucción, pero su propio devenir la redime frente a su amante, El poeta que canta a la libertad y encarna las ideas del romanticismo, enfrentado al poder establecido, se empequeñece  frente a Teresa, cuando se revela pusilánime y cobarde, incapaz de enfrentarse ni a su madre ni a la sociedad en la que vive, incapaz de decidirse a trasladarse a vivir con Teresa.

«El primer movimiento que pudo hacer fue una sonrisa amarga, llena de sarcasmo, al pensar que allí donde había ido a descubrir a la pérfida robadora de su dicha, donde creía encontrar los nombres de las sirenas, de las magas del pecado, no había encontrado más presencia de mujer que la de una madre, y, ciertamente, el sarcasmo no sólo estribaba en que fuese ella la que reinaba en aquel lugar secreto, sino en que allí, en la cruda intimidad de un papel emborronado, el amor filial aparecería turbio e impuro. Aquellas frases de sumisión y gratitud, sólo por aparecer descuidadamente trazadas con el lápiz dejaban ver bien en claro su condición de máscaras que, con gesto hipócrita, encubrían la fría y apremiante petición».

A lo largo del poema, también los sentimientos de Espronceda hacia Teresa experimentan una evolución. Primero es un cristalino río, que después es torrente y termina siendo un estanque de aguas corrompidas.

«Tú fuiste un tiempo cristalino río,

Manantial de purísima limpieza;

Después torrente de color sombrío,

Rompiendo entre peñascos y maleza,

Y estanque, en fin, de aguas corrompidas,

Entre fétido fango detenidas.»

Ni la muerte consolará  al poeta,  que no puede olvidarse del amor, que no es capaz de arrancar a Teresa de su mente.

No queremos desvelar ningún detalle más, porque estamos seguros que tanto leer como releer estas obras literarias va a procurar el placer que nos ha hecho sentir a nosotros.

Tags: CONTAR, DESTACADOS

Artículos similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.
Tienes que aprobar los términos para continuar