¿Qué es un ábaco neperiano? No te preocupes si no lo tienes claro porque nosotros tampoco lo sabíamos hasta que nos hemos pasado a dar una vuelta por el Museo Arqueológico Nacional (MAN) ubicado en Madrid. Y lo que hemos visto nos ha dejado boquiabiertos.
Un ábaco neperiano es un ingenioso dispositivo mecánico que sirve para realizar operaciones aritméticas con gran facilidad y rapidez y con una gran cantidad de cifras. El sistema se sustenta en que los productos se reducen a operaciones de suma y los cocientes a restas. Como no somos especialistas en la materia hemos preferido incluirte una descripción más detallada de sus características y funcionamiento procedente de la Wikipedia.
Su nombre se debe a su inventor, el escocés John Napier (el mismo del famoso logaritmo neperiano, eso es), quien lo describió en 1617 en el libro Rhabdología (publicado tras su fallecimiento).
Al fondo de la sala 28 se encuentra una de las mayores joyas del Museo Arqueológico Nacional: un ábaco neperiano de muy pequeño tamaño. Se trata de un precioso estuche en forma de mueble, ya espectacular en su apariencia externa, fabricado en madera de palosanto con refuerzos de latón. Está decorado con embutidos de hueso que forman motivos arquitectónicos, vegetales y geométricos.
Aunque su denominación oficial es la de ábaco neperiano en realidad el estuche custodia dos ábacos: en la parte superior el rabdológico, también conocido como huesos de Napier, formado por 60 varillas numeradas; y en los cajones el promptuario, compuesto por casi 300 fichas planas numeradas y único ejemplo conocido en todo el mundo. En esta fotografía es posible apreciar algunos detalles más sobre sus distintos componentes.
El visitante se imagina el estuche siendo admirado hace ya siglos por otros ojos tan curiosos como los suyos, sin duda obnubilados por su suntuosidad. Quién sabe cuántos dedos han palpado sus objetos con la misma morosidad con la que él los contempla; quién sabe cuántos cálculos se habrán realizado en nombre del progreso científico o del simple divertimento.
Su aspecto compacto no logra disimular la sutileza de sus líneas. La suavidad de la madera de palosanto y el marfil parecen traspasar la severa urna de cristal que lo contiene. Todos y cada uno de sus detalles están cuidados al máximo: sus brillantes remaches metálicos que arman la caja, el sutil cajón inferior que contiene las fichas del promptuario, el escudo de la Orden de los Jerónimos sobre las tablas de potencias. Cada ficha, cada varilla están labradas con singular dedicación y transmiten una notable sensación de sosiego. Echemos un vistazo a este breve vídeo para apreciar algunas de sus formas.
Mientras lo examinamos advertimos que muchos turistas pasan de largo, quizá todavía deslumbrados por lo que acaban de ver en la sala anterior: columnas visigóticas de rudos acabados, bustos severos en alabastro, tablas medievales de mates colores; o acaso ansiosos por encontrarse con los objetos de la estancia siguiente: armas con un fulgor hipnotizador, vasijas de formas tan suaves como ingeniosas… ¡Qué pena! No saben lo que se están perdiendo, dan ganas de llamarles la atención, de decirles deteneos y contemplad esta maravilla.
El mueble se ve singularmente reducido en la urna que lo contiene. Todo en él aparenta ser mínimo: sus cajones, sus fichas, sus varillas, sus tablas de potencias, sus números… El visitante piensa que es una lástima que no esté mejor iluminado para poder apreciar todos y cada uno de sus innumerables detalles (las filigranas cinceladas en el hueso, las cifras grabadas en las tablillas, los motivos vegetales), para sumergirnos aún más en su belleza inequívoca. Pero luego reflexiona y comprende que sería nefasto para su conservación.
Nos marchamos de la sala con la sensación de no tener muy claro cuál es su funcionamiento ni hasta qué punto era un instrumento útil pero también con la convicción de que nada de ello importa demasiado ante la pura hermosura del objeto contemplado. Y agradecemos el deleite que ha proporcionado a nuestros sentidos.
Todavía conmocionados comenzamos a bajar por la escalera. Desde los sucesivos miradores que conforman sus barandillas vemos, como en una especie de plano picado, algunos de los objetos de mayor tamaño rodeados por un número reducido de personas.
Entramos en la coqueta tienda del Museo Arqueológico. Rebuscamos entre las muchas cosas de la más variada índole que aparecen en armarios y estanterías: postales, bisutería de antiguas joyas romanas o del celebérrimo Tesoro de Guarrazar, la omnipresente Dama de Elche, peluches de mamuts, bibliografía diversa sobre otras épocas históricas… Nada hay sobre el ábaco neperiano.
Preguntamos a la dependienta. Su no es rápido, rotundo, seco, expresado desde la total seguridad de lo que dice, quizá también con un cierto cansancio propio de la última hora de la tarde.
Salimos así a la calle con la certeza de haber tenido el privilegio de ver algo único durante unos minutos. Y con un cierto desconsuelo ante el hecho de que no sea más conocido. No podemos contarlo. Es preciso verlo. Y a ello invitamos a todos los seguidores de Cincuentopía.
¿Quieres construirte tu propio ábaco neperiano? El MAN nos explica cómo hacerlo.