Regresa a mis manos tras unas cuantas vicisitudes y creo que tengo la necesidad de pregonar a los cuatro vientos sus excelencias: Carson McCullers y El aliento del cielo, un libro aparecido en el mercado castellano parlante en 2007.
Vuelvo a sentir el olor y el tacto de las páginas de este viejo amigo. El aliento del cielo recopila la práctica totalidad de los cuentos (siempre puede haber algún inédito esperando la abnegada labor de investigación de algún erudito o la mera intuición de un editor avispado) de Carson McCullers, así como sus novelas cortas Reflejos de un ojo dorado, La balada del café triste y Frankie y la boda.
¡Qué triste e injusta la historia de Carson McCullers (1917-1967)! Nacida Lula Carson Smith, su existencia fue una sucesión de enfermedades, desengaños amorosos y afectivos, ligeros éxitos y considerables fracasos profesionales. Aconsejo la lectura de la página web The Carson McCullers Project para conocer más y comprender mejor su singular biografía.
Carson McCullers falleció al entrar en plena cincuentopía. Para algunos analistas y críticos ya había dado de sí todo lo esperable y su trayectoria en el futuro no iba a ser otra cosa sino una constante cuesta abajo (puede incluso que el punto de inflexión se situara en 1953, año de suicidio de su esposo); pero siempre habrá quien considere que las mejores páginas todavía estaban por salir de su privilegiada mente y de su exacerbada sensibilidad.
Dada la magnitud de la obra El aliento del cielo permite adentrarse hasta el fondo en el cosmos literario de Carson McCullers y comprender sus convicciones morales, su exquisita y precisa arquitectura narrativa, el estilo de una elegancia cuasi invisible, la extrema ternura presente en todos y cada uno de los textos, la dualidad entre la búsqueda desesperada del cariño y el dolor vital…
Cada relato breve de Carson McCullers concentra en apenas unas páginas la fragancia de la perfección literaria, siempre tan difícil (y al tiempo tan agradable) de olfatear. Y algo muy similar puede decirse de sus conmovedoras novelas cortas pobladas de personajes desvalidos y anhelantes de compañía.
De manera apenas perceptible la autora esculpe un universo tan ardiente como opresivo, en el que los personajes muestran sin doblez sus debilidades y su incapacidad para subsistir en un entorno agreste y a caballo entre lo hostil y lo falsamente amigable. Ante los asombrados ojos del lector pasan creaciones tan admirables como la señora Penderton y el soldado Williams, Hugh, miss Amelia y el jorobado, Frankie Adams…
Resulta doloroso leer las páginas de El aliento del cielo. Pero es el dolor de la existencia, el dolor por los sueños que se escapan, el dolor ante el sol implacable que hiere nuestras indefensas retinas, el dolor de los cuerpos que se cuartean como si buscaran recomponerse en medio de la nada.
El libro, de cuya traducción se han ocupado José Luis López Muñoz y María Campuzano, cuenta con un excelente prólogo de Rodrigo Fresán, quien hace algunas muy lúcidas aportaciones personales sobre la figura de la escritora: su continuada persecución del Amor (con mayúsculas), entendido en el más amplio sentido del término; su carácter de artista ajena a tendencias y corrientes, que empieza y termina en sí misma; o su acreditada capacidad como muñidora de personajes marcadamente bizarros con un inequívoco punto de conexión con lo extravagante.
Quien lea El aliento del cielo habrá tenido la oportunidad de entrar en contacto con una de las novelistas más fascinantes de la literatura de todos los tiempos. Así como suena. Una autora de una sensibilidad excepcional cuya relevancia estoy convencido de que seguirá creciendo durante las próximas décadas.
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Carson McCullers. El aliento del cielo. Seix Barral.
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David Parra
Especialista en nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones aplicadas al ámbito del periodismo. Ha publicado alrededor de diez libros y más de treinta artículos en revistas científicas. Le gusta leer. [/author_info] [/author]