El florecimiento económico que alcanzó la República de Venecia durante la Edad Media no se explica sin el poderío de su flota. Y que su flota se convirtiera en la más formidable de la Europa de la época no se explica sin el Arsenal de Venecia, el astillero más importante de toda la Edad Media. Por el nivel de eficiencia que alcanzó –se producía un barco al día, cuando en España o en Inglaterra se tardaban meses– se le ha considerado la primera fábrica de Europa. Consciente de la importancia estratégica del Arsenal el comercio y la defensa de la República, destinó el 10 por ciento de su presupuesto al Arsenal. Por encima del Almirante, la máxima autoridad del Arsenal, sólo estaba el Dux.
Entre 1100 y 1300 se construyó el primer Arsenal, con la finalidad de acabar con la dispersión de los astilleros por la ciudad, que suponía un potencial riesgo de incendios. Con el Arsenal se inició la construcción naval, pues hasta entonces sólo se ofrecían servicios de reparación de embarcaciones. En 1320, el Arsenal Nuovo –en el actual emplazamiento del Sestiere del Castello- centralizó la construcción y el mantenimiento de los barcos privados de mayor envergadura, así como los pertenecientes a la Armada veneciana. Entre 1473 y 1573, fue construido el Arsenal Novíssimo. En su momento de mayor extensión, ocupaba una sexta parte de la ciudad.
Para favorecer el incipiente desarrollo del comercio, “la evolución de la tecnología naval se convirtió en una necesidad. (…) La evolución de las galeras venecianas ilustra alguno de los cambios en la construcción de barcos marinos.” La economía medieval y la emergencia del capitalismo de Isaías Covarrubias.
La galera con remos era utilizada por los venecianos como buque de guerra. El barco redondo con vela era utilizado como barco mercante. Con el fin de aprovechar las ventajas de ambos, la fusión de estos dos tipos de barcos dio origen a la galeaza, más ancha y más larga e impulsada por las velas y los remeros. Las galeazas fueron usadas en la batalla de Lepanto. También se incorporó un nuevo sistema de construcción de barcos –que precisaba menos madera-, consistente en la construcción gradual del navío desde la quilla, sustituyendo al vigente desde el tiempo de los romanos, en el cual se empezaba confeccionando una estructura base con cuadernas y tablazones, y sobre la cual se ensamblaba el resto de la nave.
Los métodos de producción empleados para la construcción de los barcos eran más propios de una moderna cadena de montaje que del sistema gremial que imperaba en el resto de Europa. Además de la construcción de barcos, se llevaba a cabo la manufactura de galeras, armas (municiones, armas de fuego de mano más veloces –que supuso la desaparición de la ballesta- y en 1370 las bombardas -consideradas los primeros cañones-) y equipo (manufactura de soga), el almacenamiento de equipo hasta su requerimiento y el montaje y reparación de los barcos en reserva.
En La historia del pensamiento administrativo, de María de Lourdes Álvarez Medina, se dice que “La Administración del Arsenal fue notoria por sus balances y sus comprobaciones”. En aras del ahorro de costes y de la seguridad de los inventarios, se apostó por la disposición sistemática de los materiales y por la asignación de almacenes definitivos a los diferentes productos. Los almacenes, que ayudaron a implementar el proceso de la línea de montaje, fueron dispuestos a lo largo del canal, de forma que los barcos pudieran ser traídas hacia el equipamiento.
En cuanto a la administración del personal –supervisado por los capataces y ayudados estos por los jefes de cuadrilla-, se estableció una política de contrataciones por la cual los candidatos debían supera un examen específico al puesto que optaban. Los artesanos estaban organizados en razón de su especialidad (carpinteros, herreros, calafateadores, torneros, cordeleros…), junto a arquitectos e ingenieros navales. Se delimitaron las jornadas de trabajo, con horarios de entrada y salida. La retribución se estableció en función de la tarea, por los días empleados y por las piezas acabadas, con el preceptivo control de calidad que también verificaban los capataces. En cualquier caso, se deduce que las condiciones de trabajo debían ser duras cuando Dante mencionó el Arsenal como el octavo círculo del Inferno en su Divina Comedia. En su momento álgido de productividad, llegó a emplear 16.000 arsenalotti.
En cuanto al control de inventarios, éste pasaba por una estricta vigilancia de los accesos al Arsenal a cargo de los porteros. Cualquier salida debía llevar el permiso firmado de los directores del Arsenal. Los bodegueros se ocupaban del registro de salidas de armas y municiones, así como del lugar de destino, con independencia del origen de la orden de embarque. En cuanto al registro de entradas, además de los armeros, la adquisición de determinados bienes estaba a cargo de unos funcionarios específicos. La madera no procesada (los tacos que se iban desechando) fue uno de los materiales que más problemas originó en su almacenamiento. “Un contador estimó que costaba tres veces encontrar la troza que la troza misma” Con posterioridad, “toda la madera fue guardada en un lugar y clasificada por tipos”. Un auténtico análisis cuantitativo de la pérdida de tiempo.
La contabilidad tenía tanta importancia como la actividad propiamente dicha del Arsenal. Se llegaron a contratar tenedores de libros para su llevanza. Monedas, materiales y hombres se contabilizaban, teniendo en cuenta los costes clasificados en fijos, variables y extraordinarios. Las transacciones eran recogidas en tres libros. Dos libros diarios, uno para el Director del Arsenal y el otro para el jefe de Contadores, que registraba las operaciones en el libro mayor. También existía un balance anual, que se enviaba a las Oficinas del Tesorero para someterlo a la auditoría correspondiente.
A esta verdadera ciudad dentro de una ciudad y rodeada de 5.000 metros de muralla, se accede a través de la Porta Magna, construida por Antonio Gambello –a partir de un diseño de Jacopo Bellini- en 1460, y es el primer ejemplo de arquitectura renacentista clásica en Venecia. Cuatro leones guardan las puertas del Arsenal y J.L. Nicolás ha buceado en la historia del león que está situado a la izquierda, que custodiaba el ateniense puerto del Pireo. Tiene grabado en su lomo, en ambos costados, una retahíla, en forma de serpiente, de caracteres rúnicos. Fue traido en 1687 hasta Venecia, como consecuencia de una de las múltiples guerras véneto-turcas, por Francesco Morosini, comandante de la expedición veneciana al Peloponeso, quien se convertiría un año más tarde en el centésimo octavo Dux de la Serenísima República, y que decidió, tras haber bombardeado el Partenón, llevarse cómo botín el león de El Pireo a Venecia.
La lenta decadencia de la República de Venecia iniciada con el descubrimiento de América tuvo su cénit con la invasión napoleónica. Partes significativas del Arsenal fueron destruidas, y más tarde, ya con Italia unificada fueron reconstruidas para permitir el uso moderno del Arsenal como base naval de la Marina italiana. En la actualidad, el Arsenal también alberga el Museo Histórico Naval y el Instituto de Estudios Militares de la Marina,. Justo al lado del Campo della Tana, en el otro lado del canal, se ubica el enorme edificio que una vez albergó las obras de cuerda, la Corderia, que se utiliza durante la Bienal como centro de exhibición,
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