El pasado 9 de junio de 2014 paseaba en compañía de mi esposa por la Feria del Libro de Madrid cuando me topé en la caseta 286 de la editorial Plaza y Valdés con un escritor, Santiago Petschen, que estaba firmando ejemplares de su obra El arte de dar clases. No conocía de nada al autor ni mucho menos el libro pero su desparpajo en la caseta fue determinante para que mi esposa adquiriera el ensayo (con dedicatoria incluida para mí tras una extensa conversación cuya reproducción excedería con mucho el habitual espacio dedicado a esta sección de Cincuentopía).
Si doy todos estos datos es porque cuando semanas después leí el ensayo me he encontrado con una verdadera maravilla. Ojalá Santiago Petschen hubiera escrito El arte de dar clases hace treinta años y ojalá yo lo hubiera leído en ese momento.
Con la educación sucede una cosa bastante curiosa en España (me consta que no es así en absoluto en otros países europeos y desconozco la realidad exacta en naciones de África, América, Asia u Oceanía: en los barómetros que de manera periódica publica el Centro de Investigaciones Sociológicas se repite el dato significativo de que el tema nunca se sitúa entre los principales asuntos que más preocupan a la sociedad. Pese a ello, como indica de manera explícita el propio Petschen, hay casi un millón de personas en España que, de una u otra manera, están ligadas con el ámbito docente (y estos saberes se están transmitiendo hoy en día a entre ocho y nueve millones de alumnos).
El arte de dar clases afronta a partir de la lectura de centenares de obras de memorias el fenómeno de la educación desde una perspectiva integral, incluyendo facetas como la pedagogía, la autoridad, las técnicas de organización de la clase, la exposición del contenido y la comunicación y el carisma como elementos enraizados en el campo del sentimiento.
Por los distintos capítulos de este texto aparecen toda clase de autores de libros de memorias: desde José Ortega y Gasset hasta Alfonso Guerra, pasando por Santiago Ramón y Cajal, Francisco Giner de los Ríos o Rafael Alberti entre un larguísimo (y muy ilustre) etcétera.
El libro está bien escrito, es claro y didáctico y aporta numerosas anécdotas para reforzar la validez de las ideas esbozadas a lo largo de sus páginas. En suma, es un texto muy recomendable no sólo para quienes imparten cualquier tipo de docencia sino para los interesados en la educación en el más noble sentido de la palabra.
Ahora conozco algo más de la biografía y trayectoria de Santiago Petschen. Sé que fue profesor de enseñanza secundaria durante algunos años antes de comenzar a dar clases en la universidad. Y sé que está enamorado de la que siempre será su profesión (en la actualidad está jubilado). Desde luego me hubiera encantado ser su alumno en cualquiera de ambos niveles.
Santiago Petschen ha engendrado esta maravillosa joya. En nombre de todos quienes nos dedicamos a ello, ¡muchas gracias de todo corazón! Por cierto, su final constituye un magnífico colofón para el espíritu de la obra: «Porque la clase es fundamentalmente transmisión; es decir, conversión de la experiencia del profesor en experiencia de los alumnos».
———————————————————————————–
Santiago Petschen. El arte de dar clases. Plaza y Valdés. Madrid, 2013.
———————————————————————————–