El complot mongol de Rafael Bernal es un libro bastante peculiar. Fue editado en 1969 y 45 años después vuelve a las estanterías de las librerías de la mano de la editorial Libros del Asteriode, un hecho que siempre es motivo de curiosidad.
Su leiv motiv de venta es que se trata de la novela que inauguró el género negro en México, coincidiendo en el tiempo con una serie de sucesos que comenzaron a poner abiertamente en entredicho el verdadero alcance de la revolución en este país y la acción desarrollada por el Partido Revolucionario Institucional.
El complot mongol es un thriller policiaco cuya (aparente) trama principal es el posible asesinato del presidente de Estados Unidos en su visita a México. Pero también nos encontramos ante una novela de enredo e incluso ante una obra que en más de una ocasión mueve a la sonrisa (cuando no a la carcajada) del lector. A lo largo de sus páginas desfilan espías estadounidenses y soviéticos, chinos por doquier, sicarios y prostitutas, chapuceros y aprovechados, derrotados por la vida y filósofos de la intrahistoria…
No obstante el gran protagonista del libro es Filiberto García, detective privado y colaborador habitual de la policía mexicana. García es un personaje que rápidamente atrae al lector: él mismo se define como un fabricante de muertos, un «solucionador» de cierta clase de problemas de los que nadie desea ocuparse pero todos quieren ver resueltos (para entendernos, una especie de Señor Lobo de finales de los años sesenta), en suma un gestor de los detritus sociales que comenzaban a acumularse en la sociedad de México de aquellos momentos.
Pero Rafael Bernal ha conseguido dotar a Filiberto García de una personalidad poliédrica. El detective es un individuo con un sentido del humor a caballo entre el cinismo extremo y la mordacidad más acre; y, al mismo tiempo, cuenta con una notable capacidad de reflexión y unas considerables dotes de discernimiento y destila por doquier ciertos atisbos de sentimentalismo que lo enraízan con la novela caballeresca más al uso.
Conviene precisar que El complot mongol no siempre es una novela fácil de leer. Su lenguaje está plagado de modismos, especialmente en los diálogos mantenidos entre sus personajes, la acción se desarrolla a un ritmo trepidante y con abruptos cambios de ritmos, la violencia que destila no resulta en absoluto espectacular sino más bien áspera y seca (más de machete, lazo y revólver que de armas sofisticadas) y algunas de sus escenas están impregnadas de una singular ingenuidad y parecen haber sido despachadas por el escritor de modo precipitado.
Desconocía por completo la vida y obra de Rafael Bernal (1915-1972). Diplomático de profesión, estuvo destinado en Honduras, Perú, Filipinas, Japón y Suiza (país donde falleció). Es autor de una extensa obra que incluye novelas, cuentos, poesía, teatro, ensayo, artículos en prensa escrita y adaptaciones para el cine, además de colaboraciones con emisoras de radio y televisión.
Es posible que el éxito de El complot mongol permita que parte de sus textos vuelvan a ser editados y podamos adentrarnos más en su universo creativo. Para los posibles interesados, la editorial Joaquín Mortiz, integrada en el Grupo Planeta y especializada en autores mexicanos, publicó en 2006 Doce narraciones inéditas (con edición y prólogo de Mauricio Bravo).
El complot mongol se completa con las aportaciones de dos interesantes novelistas compatriotas de Bernal: Yuri Herrera, que escribe el prólogo, es un joven escritor considerado por la crítica como una de las figuras con mayor proyección de las letras en dicho país; por su parte Élmer Mendoza, quien se ocupa del posfacio, ha acreditado ser uno de los escritores de novela negra más interesantes en lengua castellana a lo largo de su extensa trayectoria.
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Rafael Bernal. El complot mongol. Libros del Asteroide. Barcelona, 2013.
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