El Museo Cerralbo de Madrid no es tan conocido como El Prado, el Reina Sofía o el Thyssen pero, quienes han acudido a él, quedan prendados de su discreto encanto. Para todos los cincuentópicos, queremos recorrer algunos de sus rincones.
El Museo Cerralbo debe su origen a Enrique de Aguilera y Gamboa, marqués de Cerralbo, quien tras su fallecimiento en 1922 legó su palacio y colecciones al Estado español.
La entidad alberga un extenso conjunto de objetos artísticos que fueron acumulados a lo largo de la vida de Enrique de Aguilera, uno de los más activos coleccionistas de arte españoles de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, además de un consumado paleontólogo y arqueólogo.
En sus salas se reúnen pinturas, esculturas, cerámicas, cristal, tapices, mobiliario, monedas, dibujos, estampas, relojes, armas, armaduras, esculturas, fotografías, libros y toda clase de objetos arqueológicos. Un verdadero placer para los sentidos.
Mientras se pasea por sus estancias el visitante se ve inmerso en la tranquilidad que emana del palacete, pese a estar situado cerca de una zona muy transitada, y recrea cómo era la vida cotidiana de una parte de Madrid en aquellos años, especialmente en lo referido a su faceta cultural y literaria.
Aunque la elección resulte difícil y sea muy subjetiva, aquí van algunas joyas artísticas del Museo Cerralbo: en pintura, San Francisco en éxtasis de El Greco, La Inmaculada de Zurbarán y La Piedad de Alonso Cano; en cerámica, una extensa colección de porcelana francesa e inglesa; dibujos de Lucas Cambiaso y de Veronese; un gran tapiz heráldico del siglo XVII procedente de un taller ubicado en Bruselas; y el celebérrimo gran reloj monumental de pedestal situado en el Salón de Baile, dotado de un curioso movimiento cónico en su péndulo.
Dejamos aquí este vídeo, aparecido en el cibeperiódico universitario Generación Dos Punto Cero, en el que se entrevista a su directora Lurdes Vaquero Argüelles. Junto a ella, realizamos una interesante visita por sus rincones más desconocidos.
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