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El jilguero, de Donna Tartt

El jilguero de Donna Tartt

El jilguero de Donna TarttUno de los principales argumentos de venta de El jilguero de Donna Tartt es que se trata del primer clásico del siglo XXI. El argumento ha sido eficaz (el libro lleva vendidos unos cuantos millones de ejemplares en todo el mundo) pero, de ser cierto, compadezco a quienes vayan a vivir durante toda esta centuria (obvio es que no es mi caso) porque se van a aburrir como ostras.

El jilguero es una obra voluminosa. La edición en lengua castellana presentada por Lumen casi alcanza las 1.150 páginas (aunque con un interlineado bastante generoso); sin embargo con la tercera parte la novela seguiría funcionando igual (es decir gran parte del texto sobra, que es una de las peores cosas que se puede decir de un libro).

La obra de Donna Tartt se asemeja a un gran barco destartalado a quien un esforzado (y muy honesto) capitán trata de guiar con intrepidez por el proceloso oceano. Pero el buque hace agua por todas partes aunque ninguna de dichas vías es lo suficientemente grande para hundirlo. Por tanto, para continuar con la comparación náutica, más que del Titanic nos estaríamos refiriendo a El holandés errante.

Es curioso pero el libro fracasa en los aspectos que (supuestamente) intenta abordar con mayor intensidad y tiene singulares aciertos en aquéllos que presenta sólo de pasada. En el campo de lo atinado figura el lúcido esbozo acerca del proceso de especulación inmobiliaria en Estados Unidos y su impacto sobre el mercado hipotecario (en una línea en la que advertimos determinadas coincidencias con El día de la independencia y Acción de Gracias de Richard Ford). También es interesante (sin llegar a alcanzar la categoría de conmovedora) la visión de la entrada en la adolescencia de su protagonista, Theo Decker.

El mayor demérito de El jilguero radica en la incapacidad mostrada por Donna Tartt para profundizar en cómo interviene el destino (en este caso más bien la fatalidad) en el proceso de conformación de la personalidad de todo ser humano, así como en establecer de forma sólida las lindes entre la ilusión y la realidad. Es decir ni Dickens (otro de los argumentos de venta del libro), ni Platón.

El gran problema del tempo literario de la novela es que va a menos de manera alarmante hasta el punto de que las vicisitudes de Theo Decker dejan de interesar al lector. La cuarta parte es un continuo declive y la quinta y última constituye un verdadero desastre: o la autora no ha sabido cómo concluir lo que tenía entre manos (de nuevo las dichosas vías de agua que atraviesan el casco de la nave) o se ha cansado del libro o el editor la ha presionado para que diera carpetazo al asunto.

Desde luego ninguna de esas tres posibilidades encaja con la trayectoria de Donna Tartt, cuyo ritmo de publicación es de una novela cada diez años (El secreto en 1992 y Un juego de niños en 2003, ambas también publicadas en español por Lumen) y que hasta la fecha se ha caracterizado por su fama de reservada ante medios de comunicación y oropeles literarios.

Decir que El jilguero es un bodrio insoportable sería faltar a la verdad de la misma manera que resulta absurdo afirmar que se trata de una obra maestra. Me resulta difícil entrar a discutir los méritos que le han permitido lograr el Premio Pulitzer 2014 en la categoría de Obra Literaria de Ficción, un galardón que a lo largo de los años ha sido obtenido por notables novelas (Pastoral Americana de Philip Roth, la ya citada El día de la independencia de Richard Ford, Ángulo de reposo de Wallace Stegner, Relatos de John Cheever, Gilead de Marilynne Robinson o Los rateros de William Faulkner, por citar únicamente algunas) aunque también por destacadas imposturas (encabezadas por La carretera de Cormac McCarthy, lo peor con diferencia en los últimos treinta años de la carrera del gran literato de Rhode Island).

La cuestión es que una novela de tantas páginas va a estar durante mucho tiempo en la mesilla de noche o parpadeando en la pantalla del libro electrónico del lector (según el soporte elegido por cada cual). Mi opinión es que el esfuerzo no merece la pena aunque reconozco que no sería capaz de descartar el texto por completo.

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Donna Tartt. El jilguero. Lumen. Barcelona, 2014.

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