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En Cincuentopía nos suena la cara de… Mariano Medina

Mariano Medina

En Cincuentopía nos suena la cara de… Mariano Medina, uno de los grandes mitos televisivos de los años sesenta y setenta (y creemos que no exageramos en absoluto) que continúa en el recuerdo unas cuantas décadas después de su retirada.

Mariano Medina (1922-1994) se doctoró en ciencias físico-quimicas y en 1945 ingresó en el por aquel entonces cuerpo facultativo de meteorólogos. Nada hacía sospechar que veinte años después sería uno de los personajes más famosos de toda España.

Comienza a colaborar con algunos medios de comunicación (principalmente el diario Pueblo y la Cadena SER) aunque el gran salto a la popularidad acaece con su incorporación a Televisión Española desde sus comienzos en 1956. Allí comienza a proporcionar su pronósticos meteorológicos (primero en un espacio específico y con posterioridad en el Telediario).

Convertido en «El Hombre del Tiempo» Mariano Medina destaca por su notable conocimiento y también por su particular telegenia en un rostro que podría calificarse de anodino (los milagros de la televisión). A lo largo de treinta años consolida una formidable notoriedad y se erige en punta de lanza de toda una generación de profesionales de la información meteorológica que se sucedieron con posterioridad.

Así se narra su trayectoria en la propia web de Radio Televisión Española. Un recuerdo que nos emociona un tanto a la generación de cincuentópicos.

Mariano Medina se retira (en realidad es retirado) de la pequeña pantalla en 1985. Además de sus intervenciones en Televisión Española, también escribió unos cuantos libros sobre la materia, algunos de ellos considerados verdaderos clásicos, en los que aúna el rigor científico con un lenguaje comprensible.

Por todo ello, en Cincuentopía nos suena la cara de… Mariano Medina.

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«Dejadme aprovechar -escribió- el afecto que todavía hay en mí, para contar los aspectos de una vida atribulada y sin reposo, en la que la infelicidad acaso no se debió a los acontecimientos por todos conocidos sino a los secretos pesares que sólo Dios conoce».

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