POESÍA
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Ester Bueno Palacios, Todo era otro

Ester Bueno Palacios

Ester Bueno Palacios, Todo era otro

Ester Bueno Palacios

«Llegué y la plaza era otra.
La luna colgada en las casas de rosa
no estaba en el alero.
El hombre de Italia, con la nariz funesta,
emigró a otro planeta.
Los niñitos pequeños, de gitanas cabezas,
no llenaban con gritos de loco los balcones.

Llegué y el camino era otro.
El barro lo arrobaba con pisadas informes
y el lodo daba paso a lluvia microscópica.
Caían las cascadas con más fuerza que entonces.
Donde leímos juntos, rebosaba de odio.

Llegué y la gente era otra.
No encontré encorsetado al viejo camarero.
Ni a las rubias chillonas de la esquina del fondo.
Ni a la pareja anciana que se miraba firme.

Llegué y me di cuenta, como lo sabe un sabio, de
que la pérdida horrible de tu vida cerrada,
que la aguja con hilo ensartada en mi pelvis,
que la nube de líos, liada en mi garganta,
que el estaño clorado, estocado en mi frente,
que las mañanas verdes roídas de cansadas,
que los vómitos sordos de panes no cocidos,
que los «ya no me toques» que me salen a veces,
no son más que un río lento de instantes ya vividos.»

 

Ester Bueno Palacios. Nada es lo que decías. Cuadernos del Laberinto.

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«Dejadme aprovechar -escribió- el afecto que todavía hay en mí, para contar los aspectos de una vida atribulada y sin reposo, en la que la infelicidad acaso no se debió a los acontecimientos por todos conocidos sino a los secretos pesares que sólo Dios conoce».

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