POESÍA
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Fray Diego Tadeo González, A Melisa

Fray Diego Tadeo González

Fray Diego Tadeo González, A Melisa

Fray Diego Tadeo González

«Yo vi una fuentecilla
de manantial tan lento y tan escaso
que toda el agua pura que encerraba
pudiera reducilla
al recinto brevísimo de un vaso.
Del pequeño arroyuelo que formaba,
por ver en qué paraba
el curso perezoso fui siguiendo,
y vi que sin cesar iba creciendo
con el socorro de agua pasajera
en tal forma y manera
que cuanto lo he intentado
ya no pude pasar del otro lado.

Yo vi una centellita
que por caso a mi puerta había caído,
y de su pequeñez no haciendo cuento,
me fui a dormir sin cuita;
y estando ya en el sueño sumergido
a deshoras, ¡ay cielos!, sopla el viento,
y excita en un momento
tal incendio que el humo me dispierta;
la llama se apodera de mi puerta
y mis ajuares quema sin tardanza;
y yo sin esperanza,
confuso y chamuscado,
sólo pude salir por el tejado.

Yo vi un vapor ligero
que al impulso del sol se levantaba
de la tierra, do apenas sombra hacía.
no hice caso primero;
mas vi que por momentos se aumentaba,
y luego cubrió el cielo, robó el día,
y al suelo descendía
en gruesos hilos de agua que inundaron
mis campos y las mieses me robaron;
y a mí que en su socorro fui a la era
me llevó la ribera
do hubiera perecido
si no me hubiese de una zarza asido.

En fin, yo vi en mi pecho
nacer tu amor, Melisa, y fácil fuera
en el principio haberlo contenido;
mas poco satisfecho
con ver su origen, quise ver cuál era
su fin; y de mi daño no advertido,
hallo un río crecido,
que a toda libertad me corta el paso;
hallo un voraz incendio en que me abraso;
hallo una tempestad que me arrebata,
y de anegarme trata.
¡Ay, con cuánta inclemencia
Cupido castigó mi negligencia!»

 

Fray Diego Tadeo González.

[author] [author_image timthumb=’on’]https://cincuentopia.com/wp-content/uploads/2015/06/logo-google-.jpg[/author_image] [author_info]Cincuentopía

«Dejadme aprovechar -escribió- el afecto que todavía hay en mí, para contar los aspectos de una vida atribulada y sin reposo, en la que la infelicidad acaso no se debió a los acontecimientos por todos conocidos sino a los secretos pesares que sólo Dios conoce».

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