La galería virtual de arte de Cincuentopía ha continuado en plena actividad, reforzada como consecuencia de la pandemia COVID-19 o coronavirus. Veamos algunas de las exposiciones que han pasado por ella a lo largo de los últimos meses.
«Palacio de Cristal» constituye la apuesta de Juan Botella Reyna en el ámbito de la fotografía. La exposición gira en torno a esta construcción singular de hierro y cristal ubicada en el madrileño parque del Retiro, realizándose con la cámara de un teléfono móvil durante su último paseo antes del confinamiento que supuso la pandemia.
«Inquietud«, de Juan Cristóbal Rodríguez, refleja la compleja personalidad de este autodidacta de las artes plásticas que ha recibido diversos galardones a lo largo de su trayectoria. Libertad creativa y afán investigador conforman el binomio conceptual del autor.
La galería virtual de arte de Cincuentopía también se enriqueció con «Meninas» de Marisa López Valero, una exposición de acuarelas de esta turolense de nacimiento quien adapta las diversas figuras que conforman la celebérrima pintura de Diego de Velázquez, reinventándolas con la perspectiva que proporciona el transcurso de más de tres siglos y medio.
«Niños del mundo» constituye la apuesta de María Oliva Ramos. Los niños y su particular mundo siempre han despertado un especial interés en la autora. Independientemente de la raza, nacionalidad, religión o estatus social, en su primera etapa son una bocanada de frescura para la humanidad.
Por último «Puentes en el Camino de Santiago» de Greg Clements forma parte del singular enraizamiento entre la creación y la experiencia vital. Se trata de una pequeña muestra del recorrido a pie realizado por el autor a través de la ruta de peregrinación más antigua de Europa.
En definitiva, con nuestra galería virtual en Cincuentopía pensamos que siempre hay tiempo para disfrutar del ARTE con mayúsculas.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://cincuentopia.com/wp-content/uploads/2015/06/logo-google-.jpg[/author_image] [author_info]Cincuentopía«Dejadme aprovechar -escribió- el afecto que todavía hay en mí, para contar los aspectos de una vida atribulada y sin reposo, en la que la infelicidad acaso no se debió a los acontecimientos por todos conocidos sino a los secretos pesares que sólo Dios conoce».
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