Ayer 12 de noviembre se dió a conocer el ganador del Premio SGAE de Teatro ‘Jardiel Poncela’, que ha recaído en la obra Drone del autor gallego Fernando Epelde, una ácida comedia que realiza una crítica al mundo del arte en la actualidad. Es la segunda vez que este dramaturgo recibe este galardón.
La Fundación SGAE reivindica con este premio la figura del escritor y dramaturgo madrileño Enrique Jardiel Poncela, uno de los autores fundamentales del teatro español. Con carácter previo al fallo del premio, la Fundación SGAE ha organizado un homenaje a Enrique Jardiel Poncela del 7 al 12 de noviembre en la Sala Berlanga, consistente en un ciclo de cine, un recital poético y lecturas dramatizadas y una exposición titulada Jardiel Poncela, movimiento lateral-ascendente, que podrá visitarse hasta el 15 de diciembre. En la misma se ofrece al visitante partituras, libros, originales, aplicaciones de dibujos y diseños del autor, cedidos por el Centro de Documentación y Archivo de la SGAE (CEDOA) así como por los herederos de Jardiel Poncela.
La vis emprendedora e inquieta de Jardiel queda reflejada en los planos y bocetos del teatro giratorio del que el autor pretendía servirse para meter en escena un vagón de tren. Aunque no pudo materializarse, el proyecto sí que fue patentado. Y es que como ha reflexionado Ignacio Amestoy en su obra Jardiel: la comedia se viste de etiqueta, Enrique Jardiel Poncela emprendió en 1927, “una particular revolución en el teatro español. Una revolución contra el poder escénico instituido, contra lo que llamará Jardiel el teatro asqueroso. Federico García Lorca –miembro de la denominada Generación del 27-, desde otra perspectiva no está alejado de tal propósito. Mientras Jardiel habla de los asquerosos, la Generación del 27 hablará de los putrefactos.” La inverosimilitud fantástica frente a la intriga o el conflicto bobo, paradigmas del teatro bobo.
Esta exposición homenaje no sólo contribuirá a dar a conocer las facetas poco conocidas del dramaturgo sino a revitalizar su figura entre los lectores y los espectadores del teatro.
Como reflexionaba Haro Tecglen en el número 3 de la revista Primer Acto, del año 1957, “Hay casos trágicamente extremos en los cuales la entrada en el olvido y el desprecio de una obra literaria precede en algunos años la muerte del autor. Ocurrió ya con Óscar Wilde al amparo de su proceso escandoloso y exagerado. Ha ocurrido hace muy pocos años en España con Enrique Jardiel Poncela, que tuvo que ser el tristísimo superviviente de sí mismo, destrozado por una enfermedad (falleció a causa de un cáncer de laringe), enfermo “de un mal del que los médicos no saben ni una jota” y forzado a seguir trabajando “para ganar lo poco que comemos”. No podía ser brillante, en esas condiciones, la última parte de la obra de Jardiel. Vinieron los fracasos y, con ellos, todo un cortejo de enemigos que estaban ocultos. “ Esta reflexión está incluida en el volumen editado por el Centro Dramático Nacional con motivo de la representación que de Eloísa está debajo de un almendro tuvo lugar en 1984 bajo de la dirección de José Carlos Plaza.
Afortunadamente, cuando periódicamente se representan sus obras en los escenarios o se reeditan sus novelas, se redescubre la categoría de Enrique Jardiel Poncela. Coincidimos con lo expresado por David Trueba, en el prólogo de la reedición de Amor se escribe sin hache por Blackie Books en 2010, “el mundo de Jardiel es un territorio donde habitan el capricho, el destello y la anarquía«.