La primera esposa de Napoleón, Marie Josèphe Rose Tasher de la Pagerie, conocida por la historia como Josefina Bonaparte, nació en Martinica. Era hija de la familia de un hacendado dueño de grandes plantaciones de caña de azúcar. El matrimonio de conveniencia que contrajo con el vizconde de Beauharnais, supuso una importante inyección económica para su familia, cuya fortuna había ido a menos por culpa de un huracán que asoló la hacienda y por la ludopatía de su progenitor.
En contraposición con su esposo, que tenía fama de ser el mejor bailarín de los salones de París, tuvo una lenta adaptación a la sofisticada corte francesa, pues su porte y maneras eran reflejo de su vida en el campo y no las de una joven educada en la corte. Se dice que al vizconde le exasperaban las faltas de ortografía que su mujer vertía en la correspondencia entre ambos. Con él tuvo dos hijos, Eugene y Hortense, quienes al contraer matrimonio con personajes de la nobleza europea tienen todavía hoy descendientes en cinco monarquías del viejo continente.
Al estallar la Revolución los Beauharnais se posicionan a favor de la nueva era. No obstante, durante el Reinado del Terror su esposo fue ejecutado en 1794. Josefina fue detenida durante más de tres meses en la parisina prisión de Carmes, escapó por poco a la guillotina y fue liberada tras la muerte de Robespierre.
Las amistades que mantuvo entre la élite financiera y política -entre sus amantes más celebres se encontraban Barras y Tallien-, le permitieron conocer a Napoleón. Se dice que Barras fue quien presentó a la pareja, que contrajo matrimonio en 1776, cuando él era comandante en jefe del ejército francés en Italia.
En 1.800 la aristocracia, que poco a poco iba retornando del destierro, se enfrentaba a las circunstancias de la nueva Francia. La vida social de la clase alta estaba liderada ahora por los especuladores y los banqueros.
Tras el golpe de estado del 18 brumario en 1779, Napoléón se convierte en Primer Cónsul. Un advenedizo Napoleón, un oficial de artillería corso victorioso en Tolón, rige ahora los destinos de Francia. Para afianzarse en el poder, Napoleón necesitaba granjearse la lealtad de la clase alta. Y ello pasaba por recuperar la grandeza de París, no sólo desde el punto de vista ornamental sino acometiendo la modernización de la iluminación y del sistema de agua y saneamiento de la ciudad.
En su camino hacia la pompa, en febrero de 1800 Napoleón y Josefina se trasladaron del Luxembourg a las Tullerías, a las que se había anexionado el Louvre una vez restaurado. Los jardines fueron agrandados y las patatas sembradas durante la Revolución fueron sustituidas por césped, flores y árboles.
El Imperio fue proclamado en 1804, con la coronación de los emperadores en la catedral de Notre Dame de París y su coronación ulterior en Italia en 1805.
El castillo de Malmaison, que en la actualidad es un reputado museo, fue adquirido por Josefina durante la campaña de Napoleón en Egipto. Era una casa de piedra de tres pisos del siglo XVIII, estaba ubicada a la salida de París y contaba con parques, viñedos y campos que llegaban hasta el Sena. Esfinges, malaquita, ébano, mármol, bronces y una cama «patriótica» (roja, bajo el águila dorada) en forma de tienda de campaña con tambores por taburetes formaban parte de la decoración… Sus detractores le acusaron «de que todo había sido saqueado a punta de sable». Sus partidarios defienden que ella adquirió las obras de arte que embellecieron el edificio.
Por muy poco tiempo fue residencia de los esposos – hasta su traslado al Palacio de Saint Cloud-, siendo la última residencia de Josephine desde su repudiación y posterior divorcio en 1809 -instigado por Talleyrand- por no haber podido engendrar el ansiado heredero del Emperador, hasta su fallecimiento en 1814. Cuando se retiró a la Malmaison se dedicó a cultivar su pasión por la horticultura, peonías, rosas y dalias. Crecían con profusión en los invernaderos construidos detrás de la casa. No era una gran lectora, pero mantuvo su atractiva personalidad y siguió recibiendo la visita de sus amistades, mientras disfrutaba de su colección de tizianos y rafaeles.
Con motivo del bicentenario del fallecimiento de la emperatriz, su azarosa vida desde los orígenes criollos a su matrimonio con Napoleón Bonaparte, de su papel de soberana hasta su vida tras el divorcio, se muestra ahora en la exposición «Josephine» que se celebra en el Museo de Luxemburgo en París del 12 de marzo al 29 de junio, a través de los objetos de arte y decoración que ella coleccionó, acompañada de textos de la correspondencia intercambiada con sus hijos. En este vídeo se pueden ver algunos de esos momentos más destacados.
Paralelamente, la exposición “Josephine, su pasión por las flores y los pajaros” que tendrá lugar del 2 de abril al 30 de junio en el Museo Nacional de los castillos de Malmaison -la que fue su última residencia- y Bois-Préau, en las cercanías de París, está dedicada a la otra afición de Josephine, los jardines y la botánica.
No son las únicas exposiciones que conmemorarán el bicentenario de su fallecimiento. En este enlace se recoge la información sobre el calendario de actividades.