Puede que el nombre de Julia Alcayde y Montoya (1855-1939) no diga mucho a algunos de nuestros cincuentópicos. Asturiana de nacimiento, fue una de las mejores pintoras españolas de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, destacando especialmente su faceta de pintora de bodegones, donde brilló a una extraordinaria altura.
Formada en Madrid en la escuela de Manuel Ramírez, pronto destacó por su capacidad para plasmar emociones con sus lápices y pinceles a través de diferentes técnicas: óleo, acuarela, pastel…
Al mismo tiempo que desarrolla su actividad artística mantiene una intensa relación con destacadas figuras de la política y la cultura de aquel periodo, incluyendo Benito Pérez Galdós o Emilia Pardo Bazán, entre otros.
De ella escribió el poeta Antonio F. Grilo en la dedicatoria de su libro Ideales: «A la más bella y espiritual de las mujeres; a la Reyna de las artistas españolas, al pincel más inspirado de las frutas y de las flores; a mi niña mimada Julia Alcayde».
Uno de sus aspectos más reseñables es la gran cantidad de galardones que acumuló a lo largo de su trayectoria. Hoy en día continúa siendo la artista asturiana que más medallas obtuvo en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes.
Pero la obra de Julia Alcayde no concluyó con el bodegón. También dejó para la posterioridad algunos retratos de gran nivel, como el dedicado a su padre o su propio autorretrato que hoy en día permanece expuesto en la Caja Museo de Jovellanos de Gijón. Y también demostró su maestría en paisajes y marinas.
Hoy en día su obra está en diferentes museos, instituciones públicas y colecciones particulares, no sólo en España sino en ciudades como Munich, Berlín, Chicago o Buenos Aires, donde en su momento participó en exposiciones internacionales. El puesto de mi calle, Bodegón de La Caza, Bodegón de las mandarinas… son algunos de sus cuadros más famosos.
El puesto de mi calle, Casa Museo de Jovellanos en Gijón (España)Si estáis interesados en conocer más sobre la vida y obra de la autora, os recomiendo un libro que Víctor Alperi escribió hace ya más de tres décadas. En él se alude a su trayectoria profesional y se señalan algunos de sus cuadros y dibujos más representativos.