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La ley de los justos, de Chufo Lloréns

La ley de los justos, de Chufo Lloréns

Con La ley de los justos el escritor Chufo Lloréns está consiguiendo un más que notable éxito de lectores que muestran su entusiasmo en distintos foros y, lo que es más importante para un autor, en las librerías y demás puntos de venta. Personas cercanas a mi entorno me han transmitido ese mismo sentimiento de arrebato. Sin embargo siento decir que la novela no me ha gustado en absoluto.

La ley de los justos es el paradigma del subgénero (quizá un calificativo más acertado fuera el de infragénero) denominado folletín, al que conviene no confundir con la novela por entregas: no toda novela por entregas es un folletín aunque una parte significativa de los folletines sí han adoptado este tipo de cadencia, en muchas ocasiones de la mano de los medios de comunicación (en diarios y revistas, como radionovelas o a través de telenovelas y/o culebrones). A pequeñas dosis el formato es digerible; el problema surge cuando la ingesta se realiza en una única toma (y en este caso hablamos de un libro de más de 1.100 páginas) porque la indigestión está casi asegurada.

Como modelo de folletín en La ley de los justos no nos encontramos ante personajes sino ante meros arquetipos: los malos son muy malos, los tontos son muy tontos y los buenos son muy buenos; al final los malos son castigados, los tontos desaparecen y los buenos reciben todo tipo de premios (marcadamente de carácter económico y sentimental).

Chufo Lloréns sitúa la mayor parte de la acción de La ley de los justos en la Barcelona inmediatamente posterior a la Exposición Universal de 1888 (con algunos apuntes anteriores y unas cuantas páginas centradas en la Cuba de esas mismas fechas, ya en plena efervescencia revolucionaria en busca de su independencia). Narra las historias cruzadas de las familias Ripoll-Guañabens (los ricos) y Bonafont (los pobres) y, entre medias, un extensísimo conjunto de personajes de la más variada índole a los que acaecen todo tipo de vicisitudes.

La lectura de La ley de los justos transmite la idea del esfuerzo de Chufo Llorèns por crear una obra bien documentada, enmarcada dentro de lo que ahora se conoce como novela histórica. Las abundantes (y en ocasiones prolijas) descripciones sobre escenarios, indumentarias y acontecimientos así lo prueban de manera fehaciente. Se trata de un mérito que reconozco con rotundidad al autor.

Pero con esa misma contundencia considero que el escritor muestra una formidable impericia en todo lo que tiene que ver con la técnica literaria de la obra: la gestión del tempo narrativo es deficiente, con abundantes altibajos; los personajes se pierden por doquier a lo largo de las páginas; las repeticiones de párrafos muy similares para explicar determinadas situaciones no son infrecuentes; incluso se producen sinsentidos como que un personaje no caracterizado por su nivel cultural aluda en pleno año 1888 a Pinocho (cuando dicha creación no fue traducida al castellano hasta 1900 y no llegó a España hasta 1912 de manos de la Editorial Calleja). La conclusión final es que el libro resulta de una abrumadora mediocridad.

Carezco de información sobre el nivel de la calidad literaria de la obra de Chufo Lloréns (1931). Sé que cuenta con una extensa trayectoria como empresario en el mundo del espectáculo y que comenzó su carrera literaria cuando ya era todo un cincuentópico, con una primera novela titulada Nada sucede a la víspera. Ya entrado en el siglo XXI ha incrementado su ritmo de producción, obteniendo un éxito sensacional con su obra Te daré la tierra, de la que en un único día (Fiesta del Libro de San Jorge) vendió ¡150.000 ejemplares!

Dado el aburrimiento que me ha provocado La ley de los justos dudo mucho que vuelva a leer algo de Chufo Lloréns. No obstante, reconozco que el libro se está vendiendo como rosquillas y que a muchos críticos les ha encantado. Yo no lo recomendaría pero es posible que pueda resultar una lectura idónea para pasar las largas y tórridas tardes de verano tan propicias para la modorra o que incluso genere cierta agradable melancolía entre quienes añoren las radionovelas de Guillermo Sautier Casaseca.

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Chufo Lloréns. La ley de los justos. Grijalbo.

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David Parra

Especialista en nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones aplicadas al ámbito del periodismo. Ha publicado alrededor de diez libros y más de treinta artículos en revistas científicas. Le gusta leer. [/author_info] [/author]

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