Con La ley del menor el escritor británico Ian McEwan vuelve a mostrarnos su capacidad para proporcionar a sus lectores en apenas doscientas páginas un cosmos singular, repleto de sentimientos encontrados y perfiles psicológicos poderosos.
Ian McEwan (1948) se erige como uno de los más sólidos narradores de una generación que incluye a literatos de la talla de Julian Barnes, Salman Rushdie, Graham Swift, Martin Amis, William Boyd, Kazuo Ishiguro… nacidos en el Reino Unido en apenas ocho años (entre 1946 y 1954).
La culpa, en sus múltiples facetas, es uno de los grandes temas de la literatura universal (no aludiremos aquí a la consideración filosófica y/o analítica del asunto). En ocasiones se trata de una culpa advenida (buena parte de la producción literaria de Dostoievski se sustenta en ese vector), otras veces es de naturaleza sobrevenida (¡qué decir acerca de Emma Bovary o de Ana Ozores!); hay culpas de difícil comprensión para el lector (¿de qué se autoacusan los personajes de Kafka?) y otras que están tan claras como el agua de un manantial (Bellow y su elenco de individuos inadaptados al medio); posee un marcado sustrato ontológico (veáse lo que sucede con Unamuno) o es de naturaleza marcadamente terrenal (Grass). Incluso la culpa puede ser redimida (difícil no pensar en Böll) o carecer de redención (¿Camus?).
Ian McEwan aparece como uno de los grandes narradores de la culpa de finales del siglo XX y comienzos del XXI. En ocasiones el propio título de sus novelas (Expiación sería el paradigma de tal consideración) resulta lo suficientemente explícito para comprender el alcance de dicho sentimiento. Otras veces (Sábado, Chesil Beach, Solar…) subyace de manera quizá no tan explícita pero no por ello menos intensa.
Ian McEwan narra en La ley del menor la relación que Fiona Maye, jueza del Tribunal Superior Británico, establece con la culpa a través de un doble plano: el personal, a partir del devenir y entrada en barrena de su matrimonio, y el profesional, mediante el urgente dictamen de un caso que implica a un menor de edad testigo de Jehová necesitado de una transfusión de sangre para salvar su vida.
La ley del menor de Ian McEwan es un libro excelente, digno del elevado nivel de calidad que se aprecia en la totalidad de la obra de Ian McEwan. Con su habitual estilo trufado de elegancia y sobriedad el escritor emplea los hechos cotidianos para tejer un universo de una remarcable densidad dramática, en el que los contrastes actúan como detonantes de un conjunto de situaciones que estallan y escapan al control de los protagonistas.
Infidelidades, desconciertos, indecisiones, costumbres arraigadas, incomprensiones, pasiones no consumadas, dislates particulares, vicisitudes jurídicas… se van sucediendo sin tregua (si bien sustentadas en un tempo narrativo engañosamente calmoso) a lo largo de las páginas de la novela.
Para aquellos cincuentópicos que todavía no hayan leído nada de la producción de Ian McEwan un libro como La ley del menor puede ofrecerles algunas de las principales claves de la producción de este interesante autor. Sin duda una obra que merece ser recomendada con vigor.
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Ian McEwan. La ley del menor. Anagrama.
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David Parra
Especialista en nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones aplicadas al ámbito del periodismo. Ha publicado alrededor de diez libros y más de treinta artículos en revistas científicas. Le gusta leer. [/author_info] [/author]