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Las aguas de la eterna juventud, de Donna Leon

Las aguas de la eterna juventud

Las aguas de la eterna juventud es la novela número veinticinco de Donna Leon en la que aparece su ya celebérrimo protagonista, el comisario de la policía veneciana Guido Brunetti.

No termino de cogerle el punto a Donna Leon (1942) ni a las vicisitudes de Brunetti. Hace unos veinte años leí la primera de las novelas del comisario, Muerte en La Fenice, y me dejó frío; y he tenido una sensación muy similar con algunos de los otros libros de la longeva serie que han pasado por mis manos.

Y el caso es que el éxito de Donna Leon resulta evidente: tanto por el entusiasmo con el que el público acoge sus novelas (traducidas ya a más de treinta lenguas y con decenas de millones de ejemplares vendidos en todo el mundo) como por la positiva consideración que buena parte de la crítica tiene de su obra (por citar un mero ejemplo, a finales de 2015 le fue concedido el XI Premio Pepe Carvalho por el conjunto de su producción literaria). Una posible conclusión es que acaso se trate de algún tipo de fobia aún no identificada.

Precisamente por todo lo hasta ahora indicado no tenía previsto leer nada más de la autora pero un regalo familiar me ha puesto en el brete de acceder a las páginas de Las aguas de la eterna juventud. Por desgracia, la lectura de la obra me mantiene en mi negativa valoración sobre los textos de Donna Leon.

A grandes rasgos Las aguas de la eterna juventud narra los esfuerzos de Brunetti para tratar de desentrañar un caso acaecido quince años atrás que en su momento fue desestimado por la policía de Venecia por considerarlo un mero accidente. Como consecuencia del incidente una joven que por aquel entonces tenía quince años ha quedado afectada por una severa lesión cerebral que la mantiene en una edad mental de siete años.

A lo largo de las páginas de la novela van pasando algunos viejos conocidos de anteriores libros de la escritora: la esposa del comisario (y el resto de su familia con suegra incluida), el fiel inspector Lorenzo Vianello, el forense Ettore Rizzardi, la siempre eficiente secretaria Elettra Zorri, el malvado teniente Scarpa, el insufrible vicequestore Patta…

¿Por qué no me ha gustado Las aguas de la eterna juventud? En primer lugar por la inverosimilitud de la totalidad de lo planteado. Es cierto que lo inverosímil no está reñido con la calidad literaria, de hecho puede ser un formidable vector narrativo (y casos actuales en el ámbito de la novela policiaca como los de Fred Vargas o John Connolly así lo ponen de manifiesto) pero siempre que se gestionen con habilidad sus aspectos menos apegados a la realidad. Por el contrario, aquí dicha cualidad procede de la carencia imaginativa y no de la abundancia de recursos estilísticos.

En segundo término creo que el libro de Donna Leon no tiene una correcta urdimbre sobre la que sustentar las diferentes subtramas que se presentan; tampoco posee el imprescindible cemento narrativo para engarzar unas con otras sin fisuras o zonas muertas en el relato. Esta endeblez argumental, que afecta de manera notable a los dos primeros tercios del libro, en modo alguno queda corregida por la inequívoca belleza de los palazzos, puentes, plazas, callejuelas y demás rincones venecianos descritos con profusión.

Y un tercer motivo de mi desfavorable opinión acerca de Las aguas de la eterna juventud tiene que ver con lo estereotipado de los personajes, constante habitual en las novelas de Donna Leon. La situación está clara desde el principio: hay personajes estigmatizados (villanos, indolentes, incompetentes…, es decir, los malos) que indefectiblemente son derrotados por el grupo de los presentados desde una perspectiva positiva (abnegados, diligentes, cultos…, o sea, los buenos). Y los diálogos que establecen entre ellos son, de manera lógica, tan manidos como insustanciales.

Donna Leon aprovecha Las aguas de la eterna juventud para volver con su retahíla de críticas sobre la conversión de Venecia en un gran parque temático, el deficiente nivel de funcionamiento de la administración italiana o  la prototípica existencia de la figura del arribista en las organizaciones, cuestiones que a estas alturas resultan más una tautología que un conjunto de revelaciones dignas de ser tenidas en consideración.

Desde luego Las aguas de la eterna juventud es un libro indicado para los incondicionales de Donna Leon. Quienes accedan por vez primera al universo Brunetti es posible que lo encuentren en exceso ramplón aunque, ¡quién sabe!, quizá se enganchen a los restantes textos que lo conforman. Si se encuentran en el segundo caso la buena noticia es que Seix Barral ha editado en castellano la totalidad de las obras de la autora.

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Donna Leon. Las aguas de la eterna juventud. Seix Barral.

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David Parra

Especialista en nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones aplicadas al ámbito del periodismo. Ha publicado alrededor de diez libros y más de treinta artículos en revistas científicas. Le gusta leer. [/author_info] [/author]

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