Le Havre se encuentra a 200 kms. de París. Desde 1830, se convirtió en una estación balnearia frecuentada por los parisinos. Tanto la ciudad como su puerto, su playa, sus regatas, han sido y sigue siendo motivo de inspiración para artistas. Y tanto como para ser considerada la cuna del Impresionismo, uno de los movimientos artísticos más fascinantes y rompedores en la historia del arte. Apodado el Manhattan normando, Le Havre es la única ciudad cuyo diseño a cargo de Perret y que alberga obras de Niemeyer, Reichen & Robert y Jean Nouvel, está clasificada como patrimonio mundial de la UNESCO por su centro.
En Le Havre diseñado por Perret destaca la Iglesia de Saint Joseph, la iglesia parroquial, completamente destruida durante los bombardeos de 1944, fue reconstruida en recuerdo de las víctimas de estos bombardeos. Realizado en hormigón armado, el edificio está coronado por una torre de 107 metros de altura, «faro espiritual de la ciudad».
Havre significaba antiguamente puerto. Por razones estratégicas, en 1517 el rey Francisco I fundó el puerto de Le Havre al mismo tiempo que la ciudad, a cuyos ciudadanos otorgó privilegios a perpetuidad. De doble condición militar y mercantil, se construyeron arsenales y desde ahí partían los barcos a la pesca del bacalao en Terranova. En el siglo XVIII bajo la égida del cardenal Richelieu, gobernador de la ciudad, predominó la función defensiva del puerto.
Con la finalización de las guerras revolucionarias francesas y napoleónicas y el progresivo alejamiento de la amenaza británica, el comercio vuelve a normalizarse. En el siglo XIX, Le Havre se convierte en una gran ciudad industrial en cuyo puerto se intercambian materias primas como el algodón, el café, las especias, las maderas exóticas… y al transporte de pasajeros, con el desarrollo de los barcos transatlánticos. Era el puerto de referencia para los emigrantes que iban a América.
Debido a la ubicación estratégica de Le Havre, el convulso periodo que abarca las dos Guerras Mundiales tuvieron consecuencias nefastas para la ciudad. Tras el terrible número de bajas acaecido en la Gran Guerra, el período de entreguerras se distinguió por el descenso de la demografía y la grave crisis social y económica. En 1940 el ejército alemán ocupó Le Havre y transformó la ciudad en una base integrándola en el Muro atlántico. A consecuencia de ello, Le Havre soportó 132 bombardeos, aunque las destrucciones más importantes se produjeron los días 5 y 6 de septiembre de 1944, cuando los aliados bombardearon el centro de la ciudad y el puerto para abatir a los ocupantes, con objeto de facilitar la progresión de las tropas aliadas que habían desembarcado en Normandía. Tanto la ciudad como el puerto quedaron arrasados. Durante la primavera de 1945, los Ministerios de la Reconstrucción y de Urbanismo, confiaron el proyecto de reconstrucción del centro de la ciudad a Auguste Perret, el visionario arquitecto del siglo XX, verdadero «poeta del hormigón», que consiguió dar una nueva cara a la ciudad con la aplicación de las teorías del clasicismo estructural con la que destacar la peculiar luz de la ciudad.
El pintor Raoul Duffy -natural del propio Le Havre-, al que el Museo Thyssen le está dedicando una completa retrospectiva que finaliza el 17 de mayo, revindicó la luz excepcional de la desembocadura en forma de estuario del río Sena.La misma luz que unos años antes, en 1872, inspiró Impresión: Sol Naciente, el célebre cuadro de Jean Monet pintado en Le Havre, más exactamente en Sainte-Adresse, que dio nombre al movimiento impresionista. En Le Havre se encuentra el Museo de arte moderno André Malraux (MuMa), que posee la colección más importante de Francia en torno al impresionismo, después de la de París.
Pintores como Eugène Boudin –el maestro de Jean Monet, que cuenta con un museo en Honfleur, que cuenta con numerosas obras de pintores de Honfleur y del estuario de los siglos XIX y XX -, Camille Pissarro, De Vlaminck, Dufy, Othon Friesz, Claude Monet, George Braque, Albert Marquet, hasta contemporáneos como Maxine Maufra o el fotógrafo activista JR -cuya fotografía The ballerina in containers de la serie Fotografía y Ballet , han quedado prendados de la luz y los paisajes de Le Havre
De entre todos ellos, Pissarro fue el gran pintor de los puertos industriales. Entre 1883 y 1903 pintó la serie sobre los tres puertos normandos de Rouen, Dieppe y Le Havre. Le gustaba dibujar las dársenas y los muelles porque le ofrecían la posibilidad de reflejar, al mismo tiempo, la vida urbana, la actividad humana e industrial y una atmósfera marítima, con la gama de sus infinitas variaciones atmosféricas. La serie del puerto de Le Havre la componen 23 telas pintadas desde las ventanas del Hotel Continental, donde se instaló en julio de 1903. Con ella cerraba el ciclo comenzado en Rouen en 1883. Fue precisamente en esta ciudad donde Pissarro encontró el motivo que buscaba para renovar su repertorio: la repetición en serie de un mismo asunto, popularizado por Claude Monet. Cuatro veces estuvo en Rouen en busca de distintos puntos de vista y descubrimientos “tratando -como escribe- de dar una idea de movimiento, de la vida, de la atmósfera del puerto, rebosante de barcos humeantes, de los puentes, las chimeneas, los barrios de la ciudad, la bruma, el bullicio la puesta del sol. Hago lo que veo y siento”. Dieppe fue la siguiente capital. La definió como el lugar ideal para un pintor que ama la vida, el movimiento y el color. Su originalidad en estos cuadros reside, tal vez, en el punto de vista: siempre desde alto, desde la habitación alquilada de un hotel.
En mayo de 2013 el Museo de Arte Moderno André Malraux de El Havre organizó una exposición con 30 telas de esta serie, llegadas de colecciones privadas y públicas, junto a una quincena de estampas y dibujos del pintor francés. No faltan los dos cuadros al óleo –uno de ellos Vue de l’avant-port du Havre– que el museo le compró al propio artista en 1903 por 4.000 francos. Son los únicos vendidos en vida. Tres meses más tarde el pintor moriría en París.En la actualidad se está celebrando una exposición itinerante entre Japón y Corea que lleva por título El estuario del Sena, la invención de un paisaje, sobre la que el MuMa ha organizado una interesante exposición online.
Para finalizar este recorrido por la ciudad, un recordatorio a la película Le Havre del director finlandés Aki Kaurismäki, una historia de solidaridad protagonizada por un antiguo bohemio que ha renunciado a sus aspiraciones literarias para llevar una vida tranquila en Le Havre.