La estadounidense Lee Miller se incorpora al conjunto de entradas que Cincuentopía dedica a los maestros de la fotografía.
Lee Miller (1907-1977), cuyo verdadero nombre era Elizabeth Miller, fue iniciada en la afición a la fotografía por su progenitor, gran amante de esta bella arte. En su juventud comienza una carrera como modelo publicitaria sumamente exitosa que dura hasta finales de los años veinte.
Es a partir de 1929 cuando Lee Miller se enfoca en esta actividad, en un primer lugar en el taller de Man Ray y con posterioridad con su propio estudio fotográfico, vinculándose al surrealismo. Su trayectoria profesional da un vuelco con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, escorándose hacia la faceta del fotoperiodismo, donde alcanzó tales cotas de virtuosismo que se la considera una de las profesionales más destacadas.
La liberación de París por las tropas aliadas, el horror de los campos de exterminio de Buchenwald y Dachau, el hambre de los niños vieneses, la vida campesina en la Hungría recién concluida la contienda, la ejecución del primer ministro húngaro Laszlo Bardossy… fueron captados por su prodigioso ojo.
A finales de los años cuarenta Lee Miller abandona la actividad fotográfica profesional. Recibirá numerosos homenajes en vida (incluyendo una exposición antológica en el MoMA de Nueva York y) así como tras su fallecimiento (por ejemplo, una gran retrospectiva que recorrió diversas localidades de Estados Unidos).
A quienes deseen deleitarse con el saber hacer de Lee Miller les recomendamos la página web dedicada a la artista, con numerosas fotografías y anécdotas (por ejemplo, ahí se encuentra su famosísima imagen en la bañera de Hitler justo el día en que éste se suicidó).
La serie referida a maestros de la fotografía de Cincuentopía está compuesta por las siguientes entradas:
- Dorothea Lange
- Ansel Adams
- Margaret Bourke-White
- Edouard Boubat
- Sabine Weiss
- Robert Capa
- Eve Arnold
- Philippe Halsman
- Joana Biarnés
- Paco Gómez
«Dejadme aprovechar -escribió- el afecto que todavía hay en mí, para contar los aspectos de una vida atribulada y sin reposo, en la que la infelicidad acaso no se debió a los acontecimientos por todos conocidos sino a los secretos pesares que sólo Dios conoce».
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