La danza I de Matisse entra a formar parte del conjunto de obras que componen la sección Mirar un cuadro de Cincuentopía.
Tal vez si hubiera que sintetizar con una única palabra una obra de arte de estas características el vocablo elegido sería el de atrevimiento. Porque la osadía guía cada uno de los aspectos que conforman La danza I y porque esa audacia marcó el devenir del cuadro (y también el del autor) desde el momento en que fue presentado en sociedad.
Qué arrojo el de Matisse al pintar a las bailarinas con colores planos sobre un fondo también plano compuesto por el azul del cielo y el verde de una colina; qué valentía al optar por la casi completa falta de perspectiva y por la aparente tosquedad en el trazo del dibujo de las figuras recogidas; qué descaro el empleo revolucionario del color y de la línea y de la forma…
Matisse realizó La danza I a principios de 1909 como un estudio para un cuadro encargado por el empresario ruso y mecenas Sergei Shchukin (dicha obra se encuentra en la actualidad en el Museo Hermitage de San Petersburgo). Cuando se expuso un año después fue criticada con dureza, achacándosele una concepción mediocre y una gama cromática desafortunada. ¿Qué opinarían más de un siglo después esas brillantes mentes pensantes?
Conforme observamos la composición nos viene a la cabeza la idea de la posible influencia de la fotografía que poco a poco iba ganando terreno, quizá también la apelación a la emoción como sustitutoria del virtuosismo a la hora de representar los elementos pictóricos. Y también nos quedamos con la sensación del magistral manejo de la linealidad para proporcionar los máximos niveles de movimiento y de brío a la obra.
Las vueltas que da la vida. Si Henri Matisse (1869-1954) no hubiera contraído una apendicitis en 1889 tal vez su destino hubiera sido muy distinto y hubiera continuado con la tradición comercial de la familia para la que previamente había empezado a formarse. Pero la enfermedad dio un giro a su existencia y permitió que su personalidad contribuyera a la transformación de buena parte de los cimientos de la pintura tal y como se consideraba hasta ese momento.
Al escudriñar cada detalle del cuadro hallamos esos elementos inconfundibles que años después resultaron inherentes a movimientos artísticos como el expresionismo o la abstracción y que sitúan la presente obra en un lugar de privilegio en toda la historia de la pintura.
Hasta el momento forman parte de la serie Mirar un cuadro de Cincuentopía las siguientes entradas:
- Bar del Folies-Bèrgere de Èdouard Manet
- La tempestad de Giorgione
- Sagrada familia del pajarito de Bartolomé Murillo
- La esclusa de John Constable
- Descargadores de Arlés de Van Gogh
- Vieja friendo huevos de Velázquez
- La clase de danza de Degas
- La primavera de Botticelli
- Lady Agnew of Lochnaw de Sargent
- La Lamentación de Anton Van Dyck
- Gente al sol de Edward Hopper
- Autorretrato tirándose de la mejilla de Schiele
- La batalla de Trafalgar de Turner
- La boda de Chagall
- Cristo crucificado de Goya
- La Anunciación de Fra Angélico
- La ronda de noche de Rembrandt
- Hombre cayendo al vacío de Max Beckmann
- Los jugadores de cartas de Cézanne
- Las tres Gracias de Rubens
- El grito de Munch
- Trinidad de Masaccio
«Dejadme aprovechar -escribió- el afecto que todavía hay en mí, para contar los aspectos de una vida atribulada y sin reposo, en la que la infelicidad acaso no se debió a los acontecimientos por todos conocidos sino a los secretos pesares que sólo Dios conoce».
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