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Películas cincuentópicas: La vida de Brian

La sección sobre películas cincuentópicas se viste de carcajadas incontrolables. Porque eso es lo que una generación de cincuentópicos sintió al ver La vida de Brian.

Aludir a La vida de Brian es referirse al colectivo Monty Python y es recordar los nombres de Terry Jones (director del filme), Terry Gilliam, Eric Idle, John Cleese, Michael Palin y Michael Chapman, dignos representantes del humor más reconocido de las últimas décadas a escala internacional.

El argumento es suficientemente conocido: la película cuenta la historia de Brian, hijo bastardo de un soldado romano y una feminista judía, que discurre en paralelo con la del propio Jesucristo. Un argumento de esta índole no podía pasar desapercibido y el filme no tuvo nada fácil su financiación e incluso su exhibición fue prohibida en algunos países.

Pese a todo, La vida de Brian se estrena en 1978 y consigue un rotundo éxito de público (espoleado en muchas ocasiones por las críticas de determinados organismos y entidades). Millones de espectadores de todo el mundo la contemplan con inicial perplejidad y con abiertas risotadas (llega a darse la circunstancia de que hay quien se niega a verla doblada al no poderse escuchar buena parte de los hilarantes diálogos ante las constantes carcajadas de sus compañeros de butaca.

Sería imperdonable no incluir en esta entrada sobre La vida de Brian la archifamosa escena de Pijus Magnificus (hay otras muchas pero es que ésta es de aúpa). Sobran las palabras para presentarla.

La serie sobre películas cincuentópicas está compuesta por las siguientes entradas:
Tiburón
Alien el octavo pasajero
La guerra de las galaxias
El padrino
Doctor Zhivago

[author] [author_image timthumb=’on’]https://cincuentopia.com/wp-content/uploads/2015/06/logo-google-.jpg[/author_image] [author_info]Cincuentopía

«Dejadme aprovechar -escribió- el afecto que todavía hay en mí, para contar los aspectos de una vida atribulada y sin reposo, en la que la infelicidad acaso no se debió a los acontecimientos por todos conocidos sino a los secretos pesares que sólo Dios conoce».

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