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¿Se puede empezar a los cincuenta?

Como empezar a los cincuenta

Como empezar a los cincuenta

Yo fui una niña inquieta e intrépida, me encantaba moverme y el ejercicio, lo que hizo que fuera una de las primeras primeras en mi clase de gimnasia del cole. Gracias a eso comencé a subirme al escenario todos los festivales de fin de curso para hacer una tabla de gimnasia en sitio estelar o para presentar un ejercicio gimnástico de manera individual. Nada especial ni a lo grande, simplemente era cabeza de ratón. Pero bueno, ahí estaba todos los finales de curso, con unos nervios tremendos, con mucha responsabilidad y con la familia siempre animando y aplaudiendo a su “niña”.

Pasaron los años, claro, abandoné el colegio y ya nunca más pisé un escenario. Estudié en la universidad, conocí a un chico que hoy es mi marido (después de algunos otros que no llegaron a tener la misma suerte), aprobé unas oposiciones e inicié de esta manera mi vida de adulta responsable con hobbies de adulta responsable: lectura en interminables horas de desplazamiento al trabajo, cine cuando se podía, charlas con amigos, viajes…

Y llegó Elena una buena noche de un mes de septiembre. Un precioso bebé con una energía inacabable y que desde bien pequeñita apuntaba maneras. Nunca paraba, todo el movimiento le interesaba hasta el infinito y más allá, empezó a andar con nueve meses, a subir escaleras con un año, a trepar por piedras increíbles con tres. Era el terror del parque porque se subía siempre al tobogán más alto, al columpio más difícil. Está claro que lo mejor era canalizar esa energía por algún sitio y la apuntamos a gimnasia rítmica.

Ahí empezó nuestro periplo de domingos por la mañana a exhibiciones de fin de curso, a competiciones con clubes de pueblos cercanos; y a la peque le empezó a gustar aquello de subirse a un espacio donde poder expresarse y comunicarse de otra manera con los demás. Ese gusanillo de nervios de antes de salir al escenario se le instaló en el estómago y ya nunca la iba a abandonar.

Elena siguió creciendo y ya terminando su niñez decidió probar en otra actividad, pero claro, el gusanillo mandaba, y unas amigas también, y se matriculo en la Escuela Municipal de Música y Danza en la asignatura de baile contemporáneo. Y ese fue el descubrimiento de una pasión, de su gran pasión. Al principio le ponía muchas más ganas que técnica o precisión, pero el baile había entrado en su vida y tiene pinta de que ya no la va a abandonar nunca.

Y nosotros de nuevo el peregrinaje por festivales de fin de curso, grabaciones de vídeo, críticas constructivas que, como buena adolescente, unas veces agradecía y otras rechazaba como una ofensa. Y pasó el tiempo y ella fue mejorando y sus padres enorgulleciéndose cada día más. Y el gusanillo de su estómago, ese que se le despierta entre bambalinas cinco minutos antes de salir, se convirtió en uno de sus mejores y más fieles amigos.

Y hace unos meses una amiga me propone que nos apuntemos a un taller de bailes de salón ¿Qué…? ¿Estamos locas? ¿A nuestros flamantes 51 años y sin interés especial por ello? Que no, que no, que yo no. Que si, que si, por favor, que me lo ha mandado el médico. Buenooo si te lo ha mandado el médico te ayudo.

Y en febrero sin comerlo ni beberlo me encuentro dando mis primeros pasos de bachata, torpe hasta decir basta y pensando que ya le podía haber recomendado el médico a mi amiga paseos en el parque. Pero por una buena amiga se hacen muchas cosas. Y así pasaron los días y nos fueron enseñando un poquitín de salsa y lo más difícil, el paso básico del tango.

Y llega mayo, y la Escuela empieza a preparar los festivales de fin de curso, y María, nuestra profe, nos dice ¿Os gustaría salir en el festival? Los ojos en blanco y casi un ataque de risa. María hija, que llevamos cuatro meses y que esto no es lo nuestro, que no tenemos 15 años para andar en estos menesteres, que somos cincuentonas. Bueno, no pasa nada, si no queréis lo entiendo.

Bueno, sí que querían las de dieciocho-veinte, claro, tres o cuatro niñas ya muy curtiditas en esto del baile, de aquel grupo iniciático de Elena. Bueno pues que salgan ellas.

Y María a la semana otra vez, ¿nadie se anima?, si os sale muy bien. Y es que yo tengo contrato de un día aquí y si salís en el festival y algunos padres se animaran, lo mismo el año que viene me aumentan el contrato. DIOS MIO, palabras mágicas. Yo trabajo en el área de empleo y conozco perfectamente lo difícil que esta hoy en día este asunto. Me pudo esa reflexión, no podía decir que no sabiendo que en mis manos (o en mis pies) podía estar la clave de que a María le aumentaran las horas de su contrato.

Martes 16 de junio, veinte horas, teatro municipal. Mi debut. Madre mía cómo he terminado yo aquí a mis años, quién me mandaría ni siquiera empezar a ir a clase, mi dignidad va a quedar hoy por los suelos, pero si yo nunca he hecho nada ni parecido, bueno si…., si yo hice tablas de gimnasia en los festivales del cole.

Mamá que lo vas a hacer genial, si hemos ensayado mucho, que gracia me hace que hoy sea el mundo al revés y que tú me digas que te vas al ensayo general, ¿estás nerviosa?, no te olvides de pintarte el punto rojo en el lacrimal del ojo que ya sabes que eso es un truco de maquillaje en el escenario, jajaja mi mami bailando, y estírate cuando os abrís que si no eso queda rancio, y no te olvides de sonreir ni de mover un poquito más la cadera, y ese brazo, estira ese brazo. Qué grande es mi mami, el año que viene te apuntas conmigo.

A ver, no tengo edad ya para ponerme nerviosa por una nimiedad como esta, que tengo 51, así que nada. Pero parecía que no llegaba nunca y ya quedan sólo dos números. ¿A que me caigo subiendo la escalera? ¿A que se me tuerce un tacón? Seguro que se me olvida la coreografía y me quedo en blanco en algún momento. Pero si tengo 51 años, ¿quién me mandaría Dios mío? Si yo ya no tengo edad para esto. Eso es lo que me inspiraba a mi el gusanillo ese del estómago, ese que yo no quería que se instalara porque yo ya no tengo edad para gusanillos.

Y dos horas después, ufffff, vaya subidón, qué bien nos ha salido, María está feliz porque lo hemos bordado, qué bien me lo he pasado, he estirado el brazo, me he pintado el punto rojo pero un poco pequeño, no se me ha torcido el tacón, aunque hubo un pequeño momento en el que me quedé parada, pero duró un instante y apenas se notó. Elena entusiasmada, mami que orgullosa estoy de ti. Antonio no estaba sorprendido porque es que no esperaba menos de ti, mi amiga felicitándome y diciendo que ha sido el número más bonito de todos, Camilo que es un profesional de esto comentando que ahora entiende de donde le vienen los genes artísticos a Elena, que no se puede creer lo bien que lo he hecho y lo natural que he estado en el escenario, que vestido tan precioso y como has movido la cadera.

¿Será posible que a mis 51 años se me haya instalado el gusanillo y que el cuerpo me pida otro festival ya, otra salida al escenario? Mañana, pasado, cuando sea, el domingo. Ayyy no, el domingo no, el domingo el gusanillo se va con Elena que lo va a hacer fenomenal con sus 19 años y su experiencia de tantas actuaciones. Pero el gusanillo también se hace amigo de los cincuentones, no lo dudéis, os lo digo por experiencia.

Elena va a brillar seguro, lo va a bordar, lo hace tan bien.

Y yo, con mis 51, me he divertido tanto, tanto, tanto.

 

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Nieves Sánchez

Nacida en Madrid en 1964. Pasé mi infancia y adolescencia en el barrio de Moratalaz. Estudié CC Biologicas en la Complutense y tras terminar preparé oposiciones a Técnico de Gestión de Empleo, las cuales aprobé. Trabajé tres años en Granada antes de conseguir plaza en Madrid. Actualmente trabajo en la oficina de empleo de Aranjuez. Resido en Valdemoro, estoy casada y soy madre de una guapísima hija de 19 años, estudiante de Relaciones Públicas y Publicidad, que es lo que más alegría me da en la vida. [/author_info] [/author]

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