Desde el pasado día 1 de julio confirmamos que la actriz Pamela Anderson se ha incorporado al Club de Cincuentopía. Expliquemos a continuación cómo lo ha logrado.
Pese a lo que suele pensarse, Pamela Anderson nació en Canadá aunque con posterioridad se naturalizó como ciudadana de Estados Unidos (aunque sin perder su nacionalidad original). Tras una infancia tranquila en 1989 comienza su actividad como instructora de gimnasia y, casi coincidiendo en el tiempo, recibe un contrato como modelo.
A inicios de los años noventa, tras haber aparecido en la portada de la revista PlayBoy, decide trasladarse a Los Ángeles para reforzar su carrera profesional. Allí participa en audiciones para programas de televisión, interviene en algún pequeño papel e incluso es contratada para representar un papel secundario en la serie Home Improvement (traducida en España como Un chapuzas en casa).
En 1992 llega el gran momento de Pamela Anderson: es contratada para protagonizar la serie de televisión Los vigilantes de la playa y a lo largo de sus cinco temporadas de participación se convierte en una celebridad a escala mundial.
La entrada en el siglo XXI no conlleva grandes satisfacciones en el plano profesional: aparece en algunas películas de escasa calidad (y por lo general sus interpretaciones no obtienen críticas positivas), vuelve a ser portada en varias ocasiones de la revista PlayBoy y comienza a ser también conocida por aspectos referidos a su vida privada.
Al mismo tiempo Pamela Anderson refuerza su faceta como activista en defensa de los derechos de las animales, participando en numerosas campañas en las que se critica el empleo de animales para la alimentación o para la producción de abrigos de piel.
Desde aquí damos a Pamela Anderson la bienvenida al Club de Cincuentopía y la deseamos mucha salud y prometedores proyectos en el mundo de la actuación.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://cincuentopia.com/wp-content/uploads/2015/06/logo-google-.jpg[/author_image] [author_info]Cincuentopía«Dejadme aprovechar -escribió- el afecto que todavía hay en mí, para contar los aspectos de una vida atribulada y sin reposo, en la que la infelicidad acaso no se debió a los acontecimientos por todos conocidos sino a los secretos pesares que sólo Dios conoce».
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