Segundas oportunidades una vez que se han concluido los cincuenta años. Existir, existen, en distintos ámbitos; lo importante es detectarlas y aprovecharlas.
Dado que lo de segundas oportunidades puede tener muchos sentidos, en este caso vamos a centrarlo en recuperar la vocación perdida de los cincuentópicos. Es decir, igual lo que queríamos en su momento era ser escritores, o ser pintores, o ser músicos. Por circunstancias de la vida no pudimos hacerlo y ahora, cuando ya hemos llegado a una edad, pensamos en recuperar el tiempo perdido.
Aunque no hay ninguna edad ideal para hacerlo, por distintas circunstancias a partir de los cincuenta años podemos efectuarlo de manera muy adecuada. Porque ya conocemos de qué va la vida y porque ya nos conocemos mejor a nosotros mismos.
Consejos ante las segundas oportunidades en la vida
Aunque no hay reglas fijas al respecto (por suerte), he aquí tres consejos que pensamos pueden resultar de interés para los cincuentópicos.
- Nunca es tarde para hacer lo que realmente quieres hacer. Deshazte de esos malos hábitos que tanto te hacen perder el tiempo. El tiempo es de las cosas que no se puede comprar.
- Haz lo que verdaderamente te inspire. Piensa sobre ti, sobre lo que te gustaba hacer hace unos cuantos años, sobre los verdaderos motivos por los que no lo hiciste. No tengas miedo y ponte en marcha.
- Si tú no lo haces, nadie lo hará por ti. A partir de determinada edad el fracaso se relativiza, ya no es esa sombra negra que tanto miedo nos daba. No trabajes por el sueño de otro sino por el tuyo.
Es posible que te estés planteando recuperar esa vocación perdida. Si es así, te recomendamos este podcast de «Qué hay de tu vida», el programa que se emite en Radio Cincuentopía de forma semanal. “Qué hay de tu vida” es un programa elaborado por el equipo de Viva Voz para Cincuentopía.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://cincuentopia.com/wp-content/uploads/2015/06/logo-google-.jpg[/author_image] [author_info]Cincuentopía«Dejadme aprovechar -escribió- el afecto que todavía hay en mí, para contar los aspectos de una vida atribulada y sin reposo, en la que la infelicidad acaso no se debió a los acontecimientos por todos conocidos sino a los secretos pesares que sólo Dios conoce».
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