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Stoner, de John Williams

Stoner de John Williams

Stoner de John WilliamsLa idea de publicar una reseña sobre Stoner de John Williams (1922-1994) surgió a raíz de un comentario realizado por Ana Isabel a un análisis de La verdad sobre el caso Harry Quebert de Joël Dicker. Por tanto estas próximas líneas van dedicadas, además de a todos los seguidores de Cincuentopía, de manera especial a ella.

Stoner es un libro sin ninguna concesión ni en el fondo ni en la forma. Es duro por lo que cuenta (versa sobre la vida y sobre el desgaste que conduce a la muerte) pero afable por la manera en que lo relata. En su momento le comenté a Ana Isabel que me recordaba a los cuadros de Rembrandt por su empleo de la técnica del claroscuro (muchas de sus escenas transcurren cuando el sol está a punto de desaparecer); y también por ser un libro más pictórico que lineal, más profundo que superficial, con una forma más abierta que cerrada, por emplear algunos de los celebérrimos pares de conceptos de Heinrich Wölfflin.

Su trama argumental es en apariencia muy simple: narra la vida de William Stoner, un profesor que ejerce en la Universidad de Misuri a lo largo de toda su carrera. El texto disecciona su amor por el estudio, las complejas relaciones familiares, la trama de envidias y rencores de la institución docente, los altos y bajos que tienen las relaciones de amistad, el impacto social de la guerra sobre el individuo…

Es cierto que las novelas sobre profesor universitario (casi siempre masculino) proliferan sobremanera en la literatura contemporánea. Pero que nadie espere alguien con el glamour de los docentes de Roth, Auster o Bellow; William Stoner es un individuo oscuro, que ejerce su actividad en un centro de segunda categoría y que vive una existencia anónima (pero no por ello irrelevante) en una pequeña ciudad.

Los personajes de Stoner son tan áridos como la tierra con la que tiene que bregar el protagonista durante sus primeros años de existencia en la granja en la que vive con sus padres cerca de la localidad de Booneville. Williams no nos proporciona información directa sobre casi ninguno de ellos; es el lector quien debe crearse su imagen a partir de los datos indirectos destilados.

Cuando escribió Stoner en 1965 John Williams contaba más de cuarenta años. Como su protagonista él era también profesor universitario en ese mismo centro. Por tanto, las connotaciones autobiográficas de la novela resultan inevitables aunque el autor subraye al comienzo que todo forma parte de la ficción (en caso contrario es posible que hubiera recibido más de una querella judicial ante lo que se deja caer en algunos de los pasajes que forman parte de la obra).

Williams va desgranando a lo largo de las páginas de la novela un conjunto de reflexiones de singular hondura. Para no extendernos en demasía, destacaré únicamente tres de ellas. Por ejemplo resulta memorable la descripción utilitarista sobre la universidad como institución: «Es para gente como nosotros por lo que existe la universidad, para los desposeídos del mundo; no para los estudiantes, ni para la altruista búsqueda de conocimiento, ni por ninguno de los motivos que se aducen por ahí».

También es magnífica su descripción acerca de qué es un profesor: «Un hombre a quien el libro le dice la verdad, a quien se le concede una dignidad artística que poco tiene que ver con su estupidez, debilidad o insuficiencia como persona». Y no menos magistral es su descubrimiento del amor a una edad relativamente tardía, sintetizado en las palabras: «Que la persona que uno ama al principio no es la persona que uno ama al final, y que el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra».

La lectura de Stoner nos evoca las estrofas de Cavafis en su poema Monotonía: «Sigue un día monótono a otro día igualmente / monótono, idéntico. Las mismas / cosas sucederán de nuevo, una y otra vez. / las mismas circunstancias nos toman y nos dejan. / A un mes sigue otro mes igual. / Lo que vendrá fácilmente se adivina; /serán las mismas cosas de ayer. / Y el mañana nunca parece ese mañana».

El libro tiene uno de los finales más hermosos que haya leído. No lo desvelaré aquí aunque en la primera página de la novela ya se apuntan algunas pistas bastante contundentes al respecto.

John Williams es un autor poco conocido en España. Su obra se compone de varios libros de poemas y cinco novelas (la última de ellas quedó inacabada), de las que Stoner es la segunda y no se tradujo al español hasta finales de 2010. Tanto El hijo de César (su título original es Augustus), con la que ganó el National Book Award de Ficción en 1973, como Butcher´s crossing están también disponibles para los lectores castellano-parlantes.

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John Williams. Stoner. Baile del Sol. Tenerife, 2010.

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Tags: DESTACADOS, LEER

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