El 16 de julio de 1964 Don Miguel estaba nervioso, inquieto. Transitaba por el pasillo de la casa familiar en la localidad navarra de Villava una y otra vez hasta que llegó la buena noticia; es niño, le anunciaron … y se llamará Miguel, apostilló el patriarca de los Indurain. Había nacido una futura estrella del ciclismo mundial, el hombre que se convertiría en leyenda del deporte español.
Miguel Indurain Larraya fue un bebé fuerte y largo, como quería su padre, que intentó sin suerte inculcarle al niño su amor por el campo como buen agricultor, pero que pronto vio como a su retoño, el mayor de cinco hermanos, se le iluminaban los ojos observando en pleno mes de julio a través de la pequeña pantalla en blanco y negro, cómo se retorcían los ciclistas con gestos de esfuerzo y dolor intentando alcanzar las cimas de los míticos puertos del Tour de Francia. El pequeño Miguel era el único en la casa que se perdía la reconfortante siesta estival. Todo por ver en directo las evoluciones de aquellos locos, pero para él héroes del pedal.
Pronto comenzó a interesarse por las gestas de Bahamontes, Anquetil, Merckx e Hinault. Miguel comenzó a soñar con ganar como ellos la Grande Boucle y se presentó por primera vez en la salida de la mejor prueba ciclista del mundo el 28 de junio de 1985. Tenía 20 años. En una charla en el mes de diciembre del 2013 en la que recordábamos, como buenos aspirantes a cincuentópicos, múltiples vivencias en las largas tardes de verano en territorio francés durante años, me confirmó que estar al lado de Bernard Hinault en el prólogo de Plumelec le acojonó y, más después de que el francés se vistiera de amarillo ese mismo día al ser el mejor en los 6,8 kilómetros de la prueba contrarreloj individual.
Entre 1991 y 1996 llegaron cinco tours de Francias, dos giros de Italia, 1 Campeonato del Mundo contrarreloj, 1 medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta y un record de la hora en Burdeos.
La fama le rodea, pero Miguel Indurain parece impenetrable. Se entrega al entrenamiento en cuerpo y alma de forma callada y disciplinada en busca de mayor gloria. Su gran objetivo era conseguir su sexta victoria consecutiva en Los Campos Elíseos y se presentó como gran favorito en la línea de salida de Bolduque, Holanda. La organización le homenajeó con una etapa de 262 kilómetros con paso por delante de su casa en Villaba y sus rivales, los de siempre Rominger, Berzin, Riis, Ugrumov y Jalabert. En la primera etapa de los Alpes, Miguel Indurain perdió más de cuatro minutos. Fue la primera muestra de debilidad en seis año impecables y Hautacam, en los Pirineos, terminó convirtiéndose en la puntilla. El vencedor, el danés Bjarne Riis reconoció años después, en 2007, haber consumido EPO para conseguir el maillot amarillo.
Tras no poder conseguir su sueño, el sexto Tour consecutivo, Miguel Indurain solicitó a Miguel Echávarri, su director en el equipo Banesto no correr la Vuelta Ciclista a España. La desilusión había sido demasiado fuerte. No estaba mentalmente preparado, pero el manager tenía una deuda moral, un compromiso con Unipublic, la empresa organizadora de la ronda española, y le obligó a subirse a la bicicleta para pedalear 3.247 kilómetros con la presión de ganar. Esa imposición terminaría siendo el principio del fin de la relación entre mentor y pupilo que se había extendido durante más de 15 años. Camino de Los Lagos de Covadonga Miguel Indurain se retiró, no solo de la Vuelta sino también del ciclismo profesional.
El equipo de la ONCE le ofrecía ¡¡500 millones de pesetas netos!! para la siguiente temporada. Una decisión difícil. Una cantidad casi irrechazable. A pesar de que el entorno y su familia le pidieron que siguiera, Miguel Indurain rechazó lo irrechazable y gracias a ello ha sido el único deportista español hasta la fecha que ha sabido retirarse a tiempo.
Ahora que ya se ha convertido en cincuentópico es cuando más seguro está de haber tomado la mejor decisión de su vida porque a Miguel Indurain siempre se le respetará y recordará como el más grande que abandonó la competición estando en lo más alto de la cima.
Quiero cerrar esta entrada compartiendo con los seguidores de Cincuentopía una de sus mayores exhibiciones: la subida a La Plagne en 1995. ¡Impresionante!