La zarzuela Gigantes y cabezudos es, sin duda, una de las más conocidas, representadas y celebradas. Veamos su historia y devenir.
Con música de Manuel Fernández Caballero y libreto de Miguel Echegaray Eizaguirre, Gigantes y cabezudos se estrenó en el teatro de la Zarzuela de Madrid a finales de noviembre de 1898. Su notable éxito inicial, se ha visto refrendado con el paso del tiempo.
Se estructura en un acto y cinco cuadros. Su título alude a las conocidas figuras que desfilan en diversas localidades españoles durante verbenas, fiestas y pasacalles; construidas en cartón piedra, su tradición se remonta a la Edad Media.
La zarzuela Gigantes y cabezudos se sitúa en Zaragoza y su acción histórica durante las fiestas del Pilar de 1898 en plena guerra de Cuba, narrando las vicisitudes de personajes como los novios Pilar y Jesús, las vendedoras Antonia y Juana, el tío Isidro o el sargento, entre otros.
Son varias las circunstancias que explican el notable éxito de esta obra: lo acertado de su puesta en escena, la excelente música, la reivindicación del aragonesismo, la denuncia social que subyace en cuestiones como la repatriación de los derrotados al otro lado del océano o los elevados niveles de analfabetismo… Veamos, como muestra, la famosa jota.
Los seguidores de Cincuentopía que deseen ver completa esta zarzuela pueden hacerlo a través de este enlace. Corresponde a una grabación del Teatro Lírico Andaluz.
Hasta el momento la serie que Cincuentopía dedica al mundo de la zarzuela está compuesta por las siguientes entradas:
- La tabernera del puerto
- Doña Francisquita
- La Verbena de la Paloma
- El huésped del sevillano
- La revoltosa
- Los gavilanes
- La leyenda del beso
- El barberillo de Lavapiés
- La rosa del azafrán
- La canción del olvido
- Luisa Fernanda
- El caserío
- La Gran Vía
- Agua, azucarillos y aguardiente
- Bohemios
- La corte del faraón
«Dejadme aprovechar -escribió- el afecto que todavía hay en mí, para contar los aspectos de una vida atribulada y sin reposo, en la que la infelicidad acaso no se debió a los acontecimientos por todos conocidos sino a los secretos pesares que sólo Dios conoce».
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