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El prestamista, de Edward Lewis Wallant

El prestamista de Edward Lewis Wallant

El prestamista de Edward Lewis WallantEl prestamista es una novela tan hermosa como triste. Fue escrita por Edward Lewis Wallant a finales de los años cincuenta y publicada en Estados Unidos en 1961 aunque hasta más de medio siglo después no ha aparecido su versión en castellano.

La historia de Edward Lewis Wallant (1926-1962) es la de un autor casi olvidado no por deméritos propios sino por los avatares de la vida. Fallecido a una edad muy temprana cuando había abandonado su trabajo en una prestigiosa agencia de publicidad para dedicarse de lleno a la literatura, siempre nos quedará la duda de hasta dónde podría haber llegado de haber tenido una trayectoria más longeva.

Eduardo Jordá, traductor y prologuista (magnífico en ambas facetas) de la edición en español presentada por Libros del Asteroide, revela una anécdota que muestra hasta qué punto este escritor había caído en el olvido: durante un viaje a Nueva York se entrevistó con el reputado escritor James Salter y con el gran experto en literatura Phillip Lopate y ambos le confesaron su completo desconocimiento de la figura de Wallant. Algo similar ocurrió con las restantes personas con las que habló a lo largo de los meses siguientes.

El prestamista es la primera novela estadounidense que abordó el tema del holocausto (Wallant era de origen judío) y del destino de quienes habían logrado sobrevivir a ese gran horror. Pero, por encima de cualquier otra consideración, es una obra sobre la soledad en el más extenso (y terrible) sentido de la palabra. Como apunta el propio autor: “La soledad es el estado natural de la gente”.

La soledad esculpe la personalidad del prestamista Sol Nazerman, protagonista casi absoluto del libro, pero también succiona hasta las entrañas a todos y cada uno de quienes acuden a su tienda de empréstitos en busca de unos pocos dólares con los que poder subsistir un día más: “Llegaban de todas partes: tímidos, ariscos, sudorosos, culpables, pagando con el terror los pequeños delitos que habían cometido y que estaban condenados a cometer, arremetiendo de forma furtiva o descarada, asqueados por su maldición hereditaria, hastiados y avergonzados de sus pequeños sueños mientras abandonaban los utensilios baratos en los que habían depositado sus esperanzas”.

Resulta deslumbrante la capacidad de Edward Lewis Wallant para describir el sórdido ambiente del East Harlem neoyorkino de finales de los cincuenta, paradigma de la abierta decadencia en que había entrado la ciudad, y su doloroso contraste con los paisajes plenos de serenidad y melancolía de apenas unos cuantos kilómetros a las afueras.

Y no menos fascinante es su creación de un grupo de personajes literarios difícilmente olvidables una vez que se ha leído el libro. A la cabeza de todos ellos se encuentra el ya citado Sol Nazerman, antiguo profesor judío de origen polaco superviviente del holocausto nazi (donde perdió a la casi totalidad de su familia). Nazerman subsiste como prestamista en su pequeña tienda de la calle 125, en un voluntario aislamiento del mundo, rodeado por la mugre de los objetos y por la pátina de desdicha de quienes se desprenden de ellos, enfrentado a sus pesadillas e inmerso en una especie de pavorosa huida hacia delante.

Junto a él Wallant sitúa a un extenso conjunto de seres humanos, cada uno dotado de vida propia incluso en el caso de aquellos que ocupan apenas unas líneas de la novela. El aprendiz y asistente Jesús Ortiz y su novia la prostituta Mabel Wheatly; la indiferente familia compuesta por su hermana Bertha, el cuñado Selig y los sobrinos Joan y Morton; amantes que fueron, como Tessie Rubin, o que pudieron haber sido, como Marilyn Birchfield; delincuentes de poco monta y menor discernimiento como Tangee, Buck White o Robinson; el siempre misterioso y siniestro Murillio; mujeres maltratadas por la vida como las señoras Harmon y Mapp…

Edward Lewis Wallant ahonda en las profundidades de ese zoológico humano que cada día exhibe sus misérrimas mercancías y nos cuenta de manera magistral sus anhelos, sus desdichas y sus sueños que nunca se cumplirán. Una pequeña muestra de su talento se concentra en este breve párrafo: “Un hombre de color café, que llevaba perilla y gafas con montura de carey y vestía un loden negro, consiguió un préstamo a cambio de una trompeta reluciente. Un joven alto y afeminado dejó en prenda un reloj de mujer, y discutió por el precio ceceando en un insoportable tono agudo. Una negra fornida, que llevaba unas elegantes gafas decoradas con rombos y quería recuperar su almohadilla eléctrica eternamente empeñada, solo quiso hablar a través de monosílabos. Un atleta recién afeitado, aunque aún con la marca de la barba sobre su piel muy oscura, tomó un préstamo a cambio de una bolsa de palos de golf y unos patines de hockey mientras su expresión revelaba con lúgubre sentido común que ya era demasiado viejo para aquellas cosas…” Y así hasta la extenuación.

Quizá no sea conveniente leer El prestamista si uno se encuentra bajo de ánimo. La capacidad que tiene Wallant para excavar en el pozo de la naturaleza humana es de tal magnitud que puede llegar a ser profundamente dolorosa. Eso sí, quien esté dispuesto se va a encontrar ante una auténtica joya de la literatura.

Basada en la novela en 1965 Sidney Lumet dirigió una excelente película con el mismo nombre, con música de Quincy Jones y con Rod Steiger en el papel de Sol Nazerman. Su interpretación le valió sendas nominaciones al Óscar y al Globo de Oro, así como un Oso de Plata al Mejor Actor en el Festival de Berlín. Como curiosidad, fue la primera película producida en Estados Unidos que fue autorizada a mostrar los pechos desnudos de una mujer (los de la actriz Thelma Oliver).

Lo temprano del fallecimiento de Edward Lewis Wallant es motivo suficiente para que su producción fuera muy escasa. Además de El prestamista escribió otras tres novelas. De ellas sólo Los inquilinos de Moonbloom está traducida al español mientras que The human season (su primera obra) y The children at the gate (libro que dejó sin corregir por completo antes de morir) siguen en lista de espera.

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Edward Lewis Wallant. El prestamista. Libros del Asteroide. Barcelona, 2013.

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