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La verdad sobre el caso Harry Quebert de Joël Dicker (1985) llegó a mis manos gracias al regalo de unos excelentes amigos. Previamente distintas personas me lo habían recomendado con cierto énfasis. Hago esta matización inicial dado que de no haberse producido este cúmulo de circunstancias muy posiblemente hubiera abandonado su lectura antes de la página diez.En primer lugar quiero advertir que los próximos párrafos van a ser muy críticos con una obra que ha obtenido el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, ha sido traducida a más de 30 idiomas, lleva vendidos más de millón y medio de ejemplares e incluso ha recibido formidables elogios por parte de prestigiosos críticos literarios. En España fue galardonada con el Premio Qué Leer de los lectores al mejor libro traducido y considerada Mejor Libro del Año según los lectores de El País. Quizá sea éste el momento indicado para que el lector cincuentópico abandone la lectura de la presente reseña.Ya está todo el mundo avisado así es que comienzo con mi diatriba. La verdad sobre el caso Harry Quebert es uno de los peores libros que jamás haya leído. Desde luego en los últimos diez años no recuerdo ninguna otra obra que me haya producido tan pésima impresión.Como anticipaba, la novela de Joël Dicker tiene un comienzo lamentable que ya ofrece ligeros atisbos de lo que se va a encontrar el lector a lo largo de las más de 650 páginas siguientes. Nos hallamos ante un libro tramposo en el planteamiento de su trama literaria, incapaz de dibujar personajes con unos mínimos mimbres de verosimilitud y con una irrisoria gestión de los registros novelísticos.Dicker va haciendo avanzar la obra a base de giros cada vez más estrambóticos que recuerdan las peores películas de sobresalto (me niego a aludir a filmes de terror). La novela es un verdadero catálogo de imposturas literarias hasta extremos que pueden llegar a conducir a determinados lectores a la exasperación o a la risa, según el talante de cada cual.Llama (muy negativamente) la atención la lamentable concepción y el pésimo desarrollo de sus personajes. Se escoja el personaje que se quiera, está mal planteado y peor evolucionado. Tal cuestión ocurre con los protagonistas: el joven y exitoso novelista Marcus Goldman y el veterano autor y profesor universitario Harry Quebert. Es difícil saber cuál de los dos es más improbable: incoherentes, acartonados, faltos de todo vigor narrativo…Otro tanto ocurre con los secundarios. De repente se nos presenta un veterano abogado supuestamente experto en cuestiones penales que plantea cuestiones que avergonzarían a un estudiante de primero de Derecho; luego entran en escena experimentados policías que admiten (e incluso fomentan) sin atisbo de protesta todo tipo de intromisiones de terceras personas en su investigación profesional; al rato aparecen apacibles individuos transformados en fieros justicieros sin que medie explicación alguna. Y así hasta el infinito.El autor es incapaz de manejar con una mínima solvencia los registros literarios más básicos: cuando pretende hacer reír mediante la estrategia discursiva de sus personajes fracasa a la hora de generar la más mínima gracia; por el contrario, determinados planteamientos vitales supuestamente trascendentales provocan la carcajada perpleja.Todo ello conduce a que la novela, pese a los desesperados (y torpes) esfuerzos de Dicker, se vaya deshaciendo en manos del lector como si de una olorosa pastilla de jabón mojada en agua se tratara.Algunos críticos han comparado a Joël Dicker con Philip Roth o Vladimir Nabokov. Si lo que pretendían era insultarlos desde luego lo han conseguido de pleno. La semejanza entre La verdad sobre el caso Harry Quebert y obras como La mancha humana o Lolita es similar a la que podemos encontrar entre una mosca mientras olisquea una mierda de vaca y un Boeing 747 Jumbo que aterriza en el aeropuerto de Niza (desde luego hay que reconocer que si alguien afirma que ambos vuelan no estamos en condiciones de calificarle de mentiroso).Otros analistas, bastante más comedidos, realizan el cotejo entre Dicker y Stieg Larsson. Pero donde éste es capaz de extraer intriga y emoción mediante una acción trepidante aquél aburre hasta el extremo con una atropellada concatenación de hechos inanes; si el sueco nos llegaba a conmover en su planteamiento literario el suizo nos mueve al desencajamiento de las quijadas ante los bostezos ocasionados.Y llegamos así a la gran pregunta: ¿cómo es posible que un engendro de tan colosales dimensiones se haya convertido en un fenómeno literario? Con sinceridad, escapa por completo a mi discernimiento.El libro ha sido publicado en castellano por la editorial Alfaguara, que ostenta también los derechos de su primera novela, Los últimos días de nuestros padres (de hecho tiene prevista su publicación a lo largo de este año 2014). Por mi parte tengo serias dudas de que jamás vuelva a enfrentarme ante nada escrito por Joël Dicker. Desde ya, pido disculpas a cualquier lector de Cincuentopía que haya podido sentirse ofendido por mis comentarios y juicios de valor.———————————————————————————————–Joël Dicker. La verdad sobre el caso Harry Quebert. Alfaguara. Madrid, 2013———————————————————————————————–

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