Comienzo con una pregunta: ¿es posible una música para una gala española? Los conciertos de música clásica que tradicionalmente tienen lugar en una determinada fecha del año o que cierran un ciclo que se repite con una carencia temporal fija, o también los que sirven para conmemorar un acontecimiento particular, gozan de una curiosa tradición a la que el público no puede sustraerse.
Suelen estar adornados por una suerte de melodía popular que se interpreta como colofón y propina y todo el público asistente sirve de improvisado intérprete jaleando y participando de un rito casi estupefaciente. Esas propinas fijas, también llamados bises o encores, que sirven para cerrar festivamente la gala.
La más conocida entre las propinas participadas por el público es la “Marcha Radetzky” interpretada a modo de cierre por la Orquesta Filarmónica de Viena para finalizar el Concierto de Año Nuevo de la capital austriaca. El director, sea cual fuere, indica al percusionista, sin apenas subirse al pódium, la entrada de caja para los compases iniciales que marcan el ritmo de la marcha. Una marcha militar cuya composición, de Johann Strauss padre, sirvió para celebrar la victoria del general del mismo nombre que acabó con la revolución italiana, la victoria del Antiguo Régimen sobre la Revolución de 1848. Afortunadamente, para dejar paso a la fiesta, se han olvidado las connotaciones reaccionarias del título.
Resulta impactante ver al público deseando formar parte de la orquesta y aplaudir, a veces a destiempo y sin respetar las dinámicas, gozando con el sentimiento de pertenencia a una de las primeras formaciones musicales del mundo y a un ritual muy particular. Y todo ello sin ensayar. Vestidos de gala, otra de las costumbres de este concierto, soportan dos horas de valses, polkas, cuadrilles y demás géneros musicales locales para poder tocar las palmas convirtiéndose en protagonistas del evento.
En otro escenario, desde hace algunos años, la Filarmónica de Berlín traslada su residencia desde la Berliner Philarmonie a uno de los más sorprendentes auditorios al aire libre de Europa, el Waldbühne de Berlín. Allí celebra su ciclo de conciertos de verano. El Waldbühne, o Escenario del Bosque, es el marco incomparable en el centro de un bosque germano en Charlottenburg. Tiene capacidad para más de 20.000 espectadores, aunque el plan originario de Goebbels preveía un auditorio de 100.000, y es una cuenca natural formada por un antiguo glaciar. Es de esas estructuras que sobrevivió, aunque con tímida incidencia inicial, a la realización y difusión del mensaje nacionalsocialista. El protocolo del concierto de Año Nuevo sustituye aquí el vestido de gala por el casual, e incluso puede incluir la celebración de algún tipo de pequeño picnic, y a veces distendida charla con el vecino de asiento o cualquier otro tipo de licencia impensable en la Musikverein.
Al concluir los conciertos la tradición señala que se interprete otra marcha, como en el caso austriaco. Aquí la protagonista, también acompañada por las palmas, es la melodía “Berliner Luft” (Aire Berlinés) de Paul Lincke. La propina preparada es acompañada con entusiasmo por las palmas del público a lo que se añade un fuerte silbido en los acentos de la frase musical. Una auténtica Feria veraniega de la que, tras sus primeras participaciones como titular, trataba de huir el hoy titular en la London Philharmonic, Sir Simon Rattle, refugiándose en su original puesto musical de percusionista, baqueta de bombo en la mano. Años después Dudamel lo imitaría intercambiando su batuta con el violín del concertino de la Filarmónica. Incluso podemos encontrar al hoy denostado Plácido Domingo dirigiendo y cantando animadamente la mencionada marcha.
Rattle nos sirve de liason para el siguiente ciclo tradicional de conciertos con marcha. Los clásicos conciertos británicos BBC Proms o Promenade Concerts, conciertos de paseo, paseos musicales (o váyase usted a paseo con el conciertito), nombre debido a que hay una zona donde el público tiene una localidad de pie y puede pasear mientras escucha la música, lo que en Viena, Ópera o Musikverein, es la Stehplatz. Actualmente los Proms se celebran en el Royal Albert Hall de Londres, antes en el Queen’sHall, y la serie de conciertos veraniegos termina con The Last Night un final apoteósico, con programa cerrado en el que aparte de “Pompa y circunstancia” de Elgar, se entona naturalmente el “Good Save the…”. Fuera de programa, la propina que cierra el ciclo estival es la famosa marcha “Rule Britannia”, cuando todo el público, los paseantes y los no paseantes, se pone en pie para cantar acompañando a la orquesta la marcha a la que se añade tradicionalmente también el ondear de banderas traídas al efecto, en otro orgiástico ambiente y acto de afirmación nacional.
En España no tenemos marcha para la propina oficial de concierto, es decir, se dificulta una gala española. Si decía Larra que escribir era llorar, lo de tener un concierto de música clásica tradicional en el que colocar una marcha final de propina es desesperarse. [Aquí una breve nota intertextual con la verdadera frase de Larra, que la escribe a la vuelta de una estancia en París y dice: «Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta»]. Lo intentan los gestores culturales, las mentes más ingeniosas, pero todavía no hemos dado con la tecla. Al final no hay un gran referente de la música clásica española donde poder expresar todo el orgullo patrio.
Grandes ciclos tradicionales de conciertos clásicos como el Festival de Granada podían ser un marco perfecto para incluir una propina tarareable o cantable por el público. Eso, o las tradicionales galas de Zarzuela que tienen lugar en Madrid. Todos ellos podían acabar con una melodía marchosa. Pero los españoles somos más de pasodoble torero, que también tiene su tradición, y no acabamos de encontrar la melodía que nos identifique a todos y con la que todos estén a gusto. Quizás debiera ser una melodía de Zarzuela, como el intermedio de “Las bodas de Luis Alonso”, pero a pesar de ser conocidísima no cumple la condición de marcha.
¿Otro pasodoble? (por favor saquen de su cabeza “Que viva España”). Podía ser “Suspiros de España”, pero es demasiado melancólico. También podemos irnos por lo ramplón, más por las connotaciones, y buscar un “Paquito el Chocolatero” u otros, o por lo moderno y elegir “La Macarena” que es la más conocida internacionalmente de nuestras melodías. Nada, seguimos siendo un poco desastre para esto. Igual que no encontramos una letra para el himno sobre la que ponernos de acuerdo, con diferentes versiones (“bom-bom bom-bom bom- …”; “lo-lo lo-lo…”; “lara lara..” o “trilorilo…”; por no mencionar otras) va a ser difícil encontrar esa propina de concierto tradicional. Lo dejamos a tu elección y propuesta, querido lector. Queda abierta la encuesta para una gala española…
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El sobrenombre define bien a Santiago Martínez Arias. Como cualquier personaje de extraña biografía profesional es difícil seguir su pista vital. Tiene altos estudios musicales internacionales y ello se evidencia rápidamente en su conversación. Inevitablemente también se comprueba que es experto en seguridad y defensa y doctor en relaciones internacionales, jefe de prensa editorial, profesor universitario, además de tener un pasado, lejano ya, como corresponsal de ‘El Independiente’ en Europa oriental. Más parece que sea un agente, y aunque su pasado pianístico fuera glorioso, sólo quedan los restos del naufragio. Ha representado a Stingray CLASSICA. [/author_info] [/author]
2 comentarios. Dejar nuevo
Se podría usar la melodía de «Eres tú» (Mocedades) porque es lo suficientemente sencilla para que se pueda memorizar con rapidez. Luego, claro está, hay que encajar la letra… Mmm. Voy a meditar un rato.
Gracias María Villar por tu sugerencia, no es mala idea. Pero buscamos algo más sinfónico. También se podría hacer una versión. Un saludo